Estoy de acuerdo con el periodista Iñaki Gabilondo en el que “el mundo no puede volver a ser el mismo que era después de la pandemia, y que no lo será”. Sin embargo, y aunque toda esta moderna peste está golpeando el mundo sin distingos de fronteras, nacionalidades ni ideologías, de la misma forma que lo mejor de nuestra especie está saliendo a la luz en entrega y solidaridad, lo peor mantiene su pulso subterráneo. Cuando me refiero a lo peor quiero decir a la devoradora maquinaria del capitalismo más caníbal, que incluso en los peores momentos hace de las Bolsas su inmoral orgía de ganancias, a costa, en muchos casos, del encarecimiento de productos sanitarios vitales, literalmente, en la preservación y la salvación de vidas. El comunismo fracasó como sistema hace mucho, a pesar de los países que lo mantienen en apariencia, y lo demuelen en la práctica. El capitalismo, sin embargo, continúa como un perro rabioso al que, antes o después, habrá que tratar o sacrificar, porque devora e infecta a toda la humanidad. Esto merece un debate más profundo y serio, que debemos afrontar en algún momento, no lejano, pero si todo tiene que cambiar para seguir igual, no habremos aprendido nada como especie y merecemos la extinción en una nueva pandemia.
Para botón de muestra el lamentable espectáculo de la Unión Europea que, durante días, después de atrasar medidas que deberían haber sido adelantadas, previstas, tomadas e implementadas ante los primeros casos en Italia, por fin consiguió aparcar sus personalismos ridículamente soberanistas, en aras de un bien general, aunque con muchos matices. La postura de Alemania, de la que Holanda ha sido un perro guardián, fue el mayor escollo. Llegándose incluso a decir, por parte de uno de los ministros alemanes que “la mafia está esperando el dinero de Bruselas” haciéndose eco de un artículo del diario germano Die Welt. Esta infamia fue respondida por el ministro de Exteriores italiano, Luigi Di Maio, que calificó de inaceptables las suposiciones del diario: “Esto no es un juego, no es un partido entre dos o más países. La gente está muriendo y Europa tiene el deber de responder. Se necesita un mensaje de unidad y no lo pide sólo Italia, sino todo el pueblo europeo”. Este tipo de inaceptables descalificativos para un estado miembro, no forman más que parte de la cola de ese repugnante cometa de los países del norte que siguen considerando a los del sur los “PIGS”. Prueba evidente de que, cuando pase la crisis sanitaria, la Unión debe repensarse o disolverse. Mientras se le daba un trato de privilegio a Reino Unido, permitiéndole, incluso, mantener su moneda, forma de estar dentro y fuera a la vez, a los países del sur se les ha humillado, exigido, e incluso arruinado como en el caso de Grecia, y para nada. Los Interventores europeos en Grecia demostraron que sus medidas sólo servían para demoler a un país y alentar a la extrema derecha allá, y los privilegios de Reino Unido no han frenado el demagógico y populista Brexit, en el peor momento, y de la peor manera, aún sin concluir.
Después del fracaso de los encuentros de ministros de economía de los países miembros, por fin alguien con sentido común cambió de estrategia para dar una posibilidad real de acción a la Unión contra esta Pandemia. Mario Centeno, el presidente del Eurogrupo, decidió cambiar el formato de las negociaciones, estériles hasta el momento. Cerró la reunión plenaria, y mantuvo contactos unilaterales con los países que mantenían posturas más activas, como España, Italia, Holanda, Alemania y Francia. La importancia de la alineación del gobierno francés de Macron con los países del sur, entre otras cosas por el duro golpe recibido en el país galo por el Covid19, ayudó a desbloquear posturas monolíticas de Alemania y Holanda. Finalmente se acordó un fondo de 500.000 millones de euros en créditos disponibles para los países que lo necesiten. Se estableció una triple red de seguridad: se suministrarán a los gobiernos a través del fondo de rescate europeo (MEDE), a las empresas a través del BEI y a las subvenciones a los ERTE vía la Comisión Europea. Finalmente, no habrá condiciones añadidas a la concesión de un crédito por parte del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) si los fondos se destinan a gastos sanitarios relacionados con la pandemia. En la solución acordada, se indica que el único requisito es “utilizar esta línea de crédito para financiar internamente los costos relacionados directa o indirectamente con la atención médica, la cura y la prevención debido a la crisis de la Covid-19”.
La Unión Europea ha conseguido por fin actuar como un solo organismo supranacional, no sin esfuerzos diplomáticos. Esperemos que este sea un nuevo comienzo pues, si Europa está en cuarentena, literal, no es sólo por la cuestión de la pandemia y sus repercusiones, sino por una dejación de funciones, de toma de responsabilidades y de sentido del bien general de todos los estados miembros desde casi el principio. Ha quedado fuera la situación de los migrantes en el mediterráneo, doblemente amenazados por la pandemia, la insolidaridad y la falta de respuesta humanitaria de la civilizada Europa. Si la vida, y el interés general, está después de los intereses personales, incluso de la falta de respeto entre los estados miembros, más vale coger la puerta de una vez, y cada uno en su casa, y Europa en la de todos.