Ni coalición ni gobierno en solitario: Cooperación. Eso es lo que dicen haber acordado el presidente en funciones, Pedro Sánchez, y el líder de Podemos, Pablo Iglesias: cooperar. ¿Cómo y en qué? Eso ya se verá; de momento se ha salido del impasse y parece que avanzamos. Iglesias ha reducido sus pretensiones, y Sánchez ha dado a la coalición morada alguna posibilidad de formar parte del conjunto, algo que su líder necesitaba desesperadamente.

La portavoz de PSOE en el Congreso, Adriana Lastra, resumía el futuro como un "gobierno plural, abierto, integrador, incluyente y representativo de las diferentes sensibilidades”. Esto tiene pinta de que pueden integrarse distintos puntos de vista, desde la óptica de la izquierda, bien con sugerencias de Podemos, bien con algún integrante de la organización en primera línea.

De momento, el anuncio de que se abre una negociación en la izquierda ha sentado bien entre otras fuerzas progresistas. Es interesante la opinión del secretario general de CCOO, Unai Sordo, quien solicita “que un acuerdo estable entre el PSOE y Unidas Podemos sea el vector central de la legislatura, porque es la opción más coherente para corregir políticas en relación con la distribución y redistribución de la riqueza”. El sindicalista pide, además, “un Gobierno capaz de asegurar el diálogo político entre distintos partidos y entre administraciones”.

Estas frases resumen las expectativas de quienes depositaron su voto en la esperanza de un gobierno progresista frente a la amenaza, cada vez más presente, de una derecha con un reciente pasado de corrupción a su espalda y una ultraderecha crecida.

Lo cierto es que, ante tanto titubeo y tanta petición del oyente, los socialistas amagaron con una posible repetición de las elecciones, y eso provocó nervios y carreras. Más allá de la buena disposición o de la resignación de Iglesias, la derecha y la extrema derecha también espabilaron. Entre vacilaciones, promesas de odio eterno, negativas y muchas falsedades, PP y Ciudadanos bailan al ritmo de Vox para decidir los gobiernos de Madrid, en la Comunidad y en el Ayuntamiento. No hay más que ver a los de Abascal firmando un pacto con el PP y dando un plazo “de quince días” a Ciudadanos para que se sume. Ahí se ve quién manda. Del mismo modo que se percibe la sumisión cantada de los de Rivera a las exigencias de la extrema derecha. Finalmente, los hijos políticos de Aznar cumplen con una previsible hoja de ruta, aunque Rivera se empeñe, con escasísima fortuna y no pocas contradicciones, en decir que ellos no han pactado con la ultraderecha.

Pero se nota la diferencia: la izquierda trata de buscar soluciones para responder a lo que demandan los ciudadanos. La derecha y la extrema derecha hacen lo que sea para subirse al carro del poder, que es lo único que les importa, mintiendo por el camino todo lo que haga falta. Veremos cuántas plumas se dejan Ciudadanos y PP en la siguiente ronda.