Los griegos no tenían un concepto de “pecado”, tal y como lo concibieron los cristianos. Lo más parecido era una especie de “transgresión” o “desmesura” al equilibrio del mundo, que es la traducción más exacta, la de “desmesura”, ligada al orgullo y a la soberbia, que era castigada incluso en los dioses. Este concepto, que se llamaba la “Hybris”, hacía alusión a los males que traían contra el orden natural, fuera humano o divino, la desmesura de orgullo o de soberbia, y todo el daño que esto acarreaba a todo lo bueno y vivo. Es evidente que nuestros dirigentes políticos no leen mucho, y menos a los griegos. En realidad casi nadie lee nada, no nos engañemos, y menos a los clásicos, que lo son por algo. Si no les sonaría la famosa frase del trágico Eurípides, puesta en boca de uno de sus atormentados personajes “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”. El panorama de las dos sesiones fallidas de investidura lo demuestran. Una derecha que afila sus cuchillos de tres hojas, esperando que la falta de sentido común en la izquierda les dé la ocasión de aniquilar todo lo conseguido en derechos civiles en las últimas décadas como están haciendo con pactos vergonzantes en todas las comunidades autónomas en las que gobiernan.

 

Los que me siguen saben que, socialdemócrata convencido y militante, no me han dolido prendas en criticar los errores, a mi parecer, del presidente Pedro Sánchez, cuando los ha cometido. Como intelectual debe prevalecer mi agnosticismo metódico, como forma de contrapoder, a pesar de mis querencias. He de decir, sin embargo, que su templanza en los dos discursos de investidura fallidos, la honestidad de sus respuestas, y su capacidad de sacrificio, lo han colocado, a pesar de su juventud, en un lugar de hombre de Estado del que creo que ni él mismo es aún consciente. Tal vez porque la solemnidad de la historia elije momentos no preparados, sino momentos precisos de verdad, la gravedad de lo sucedido le han dado la ocasión de demostrarlo. Ante el desencuentro, crónica de una muerte anunciada, por otro lado, entre Sánchez e Iglesias, el presidente en funciones y candidato a revalidar le sentenció: “si para ser presidente del Gobierno tengo que renunciar a mis principios, entonces usted está en lo cierto, yo no seré presidente ahora. Elijo mis convicciones, elijo proteger a España.” Demostraba una capacidad de renuncia, no es la primera vez sea dicho de paso, frente a quienes ponen su cuota de poder por encima de los intereses generales. También cerraba así la boca de quienes, sobre todo desde el ala de la derecha mediática, y de la derecha tricéfala en la política española, aseguraban que Sánchez daría lo que fuese a Iglesias por tal de ser presidente. Gesto de sensatez ante unas exigencias pueriles, y narcisistas de un Pablo Iglesias Turrión, cegado por los dioses de su ego, que va a ocasionar una herida mortal en su propio partido, y en la posibilidad de construir una realidad política desde la izquierda en España. “¿De qué sirve una izquierda que pierde, incluso cuando gana?” le preguntaba Sánchez a Iglesias. Y es que, a pesar de lo que decía vía redes sociales, el líder de Unidas Podemos sigue siendo el gran escollo para una realidad de izquierdas en este país. Su ego no ha sido capaz de digerir que, en el gobierno de España, no puede haber dos líderes, contrarios, que no sean leales el uno con el otro, y trabajen en la misma dirección. Iglesias ha preferido dinamitar el acuerdo, el gobierno de coalición o de colaboración, con intermediarios como escudos humanos, antes que asumir que su pretensión de poder era secundaria frente al proyecto de izquierdas que los españoles demandamos en las urnas.

Pablo Iglesias Turrión, que fue capaz de aglutinar las sensibilidades del movimiento 15-M, concitando que todos aquellos “indignados” cristalizaran su propuesta en un partido nuevo, es ahora el mayor problema de esa sensibilidad, de este partido, y de la posibilidad de gobierno progresista de España. Muchos son ahora los indignados dentro y fuera de su partido. Los purgados por llevarle la contraria, como Tania Sánchez, Carolina Bescansa, Íñigo Errejón, entre otros, que advertían que su partido no debía ser sólo flor de un día político sino empezar a actuar con altura de miras, con políticas de lealtad al Estado y de interés general. Eso que también le señaló el presidente Sánchez cuando le decía “pasar del no nos representan, a representar a millones”. Y es que Iglesias no comprende aún que ya está jugando en el patio de los mayores, pero que lo que se juegan es el presente y el futuro de los españoles. No se puede seguir amagando a estar dentro y fuera del sistema, a querer formar parte del gobierno y filtrar cada detalle, verdadero o no, y dinamitarlo por aspiraciones de poder personales. Como un narciso universitario, mirándose en las aguas de las redes sociales, Iglesias ha confundido su propio reflejo con su partido, y a su partido con la izquierda única y posible, como la salvación que predican todas las religiones únicas. Creerse que es “la prueba del algodón de la izquierda”, que le argumentó la portavoz socialista , Adriana Lastra.

Cuando alguien comete ese error de metonimia que está cometiendo el señor Pablo Iglesias, que es tomar una parte por el todo, y, más aún, cuando cree que es la personificación de la verdad, el desastre y su Némesis, su castigo, está cerca, y no parece que la pérdida de más de un millón de votos en las últimas elecciones le hagan abrir los ojos. Lo único que le falta decir, como a los reyes absolutistas, es “La Izquierda soy Yo”. Lo ha dicho ya en cierta forma, comportamiento egomaníaco que le acerca a aquellos que tras la revolución rusa se apoderaron de los idearios de la misma instituyéndose en nuevos zares con discurso marxista, acarreando nuevas desgracias, parecidas a las que motivaron el alzamiento contra el antiguo régimen.

Unidas Podemos está desangrándose. Izquierda Unida, y su líder, Alberto Garzón, comienza a comprender que su entrega al nuevo partido, sin condiciones, regalándoles armas y bagajes de peso como lo son el histórico del Partido Comunista Obrero Español, esencial en la historia del siglo XX de nuestro país, y de la transición, tal vez fuera un error. Sectores de las confluencias y sensibilidades como las de las feministas dentro de Podemos, no comprenden por qué un partido que cambió su nombre en femenino, a “Unidas Podemos”, siga siendo dominado por el macho alfa Iglesias y que su segunda, Irene Montero, practique un seguidismo sumiso, ideológicamente intolerable y homologable a la presidencia y vicepresidencia cuasi dictatorial en Nicaragua de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Triste y descarnado panorama el de nuestro país, en el que el interés personal se pone por encima y por debajo, como la carcoma moral, de la supervivencia de un proyecto progresista y de cambio. Ojalá en septiembre aprueben sus asignaturas pendientes aunque, me temo, que las Némesis vengadoras para todos van a ser unas nuevas elecciones en Noviembre que, por algo, es mes de muertos…Espero que lo que enterremos sea la vanidad, el ego, la soberbia, el proyecto de la derecha más rancia y reaccionaria, y no, de nuevo, La España que pudo ser, la España que debe ser…