Decía Visconti que el cine es una forma de arte y una herramienta de expresión personal. Y también es a veces una herramienta de expresión colectiva, un altavoz de ideas que puede aunar criterios, sensibilidades o compromisos compartidos. Se ha convertido en paradigma de la lucha contra el fascismo, por ejemplo, el discurso final de la película El gran dictador, de Charles Chaplin (1940); las palabras que pronunció siguen siendo un antídoto excelente contra la intolerancia y contra los rebrotes de extremismos y de extremas derechas en la actualidad. Es un discurso que se ha convertido en eterno.

Me encanta el cine, adoro muchas películas y a muchos actores y actrices, especialmente del cine clásico, que es mi debilidad. Pero no estoy muy al tanto del cine actual. Suelo tener varias películas pendientes de ver, aunque casi siempre acabo, a destiempo, viéndolas en casa. Una de ellas es Joker, que me han recomendado mucho y que ha tenido once nominaciones y dos premios Oscar. Confieso que me he retrasado  en verla de manera deliberada, porque su director, Todd Phillips, construye una metáfora del lado más sórdido y oscuro del mundo actual, y, la verdad, la actualidad ya nos ofrece todos los días fotogramas de la realidad siniestros y duros. Y muchas veces apetece descansar.

Pero traigo esta película a colación no por ella misma, sino por el actor, Joaquin Phoenix, que da vida al payaso del crimen víctima de un mundo miserable y sin compasión. El actor, quien es considerado como uno de los mejores actores del mundo y quien con este trabajo ha ganado el Oscar al mejor actor, utilizó el enorme altavoz que es este prestigioso  premio de cine para dar visibilidad a varios de los más grandes problemas del mundo actual en un discurso impactante, aunque muy breve, con el que me he identificado absolutamente. Y me parece, como ese discurso maravilloso de Chaplin, un discurso lleno de significado y uno de los más brillantes que jamás he escuchado. Un discurso que traigo aquí porque me parece tan extraordinario y tan esencial que no se puede obviar ni se puede eludir.

 Phoenix, tras recoger su Oscar, dijo así: “He estado pensando en algunos de los problemas angustiosos a los que nos enfrentamos colectivamente, y creo que sentimos o nos hacen sentir que defendemos causas diferentes. Pero yo veo que todo está relacionado. Hablamos de desigualdad de género, de racismo, de derechos de los homosexuales, de derechos humanos, de derechos de los animales (…) Se trata de la lucha contra la creencia de que algunos tienen derecho a controlar, dominar, explotar a los otros con impunidad. Nos hemos desconectado mucho de la vida natural y hemos creado un mundo egocéntrico en el que explotamos nuestro entorno para nuestro beneficio. Usamos el mundo natural para saquear sus recursos. Nos sentimos con derecho a inseminar artificialmente a las vacas, y cuando paren, a robarles sus bebés y la leche que segregan para ellos, sin escuchar sus gritos de angustia”.

En estas palabras que provienen de una mente lúcida, muy inteligente y muy compasiva, se resume lo que Milan Kundera llama la gran debacle de la humanidad, una debacle moral de la que se derivan todas las demás debacles; es el gran “pecado” que cometemos los humanos y que está destruyéndolo todo. La idea de que unas vidas importan más que otras es la raíz de todo lo que está mal en el mundo, dice también, apuntando a lo mismo, el antropólogo Paul Farmer. Y efectivamente, tras esa idea están las dictaduras, las religiones, las guerras, la intolerancia, el machismo, el maltrato de género, el racismo, el clasismo, la misoginia, la homofobia, el abuso de la naturaleza, el cambio climático, la explotación de la infancia desprotegida y, por supuesto, el abuso y el maltrato de los animales. Todo ello con un mismo trasfondo que explica tanta crueldad: la falta de empatía, la ausencia de conciencia.

Y continuó Joaquin Phoenix en su pequeño discurso: “ …cuando usamos el amor y la compasión como nuestros principales valores podemos crear y desarrollar herramientas de cambios que sean beneficiosos para todos los seres y para el medio ambiente. (…) Lo mejor del ser humano tiene que ver con compartir, con respetar, con ayudar, y eso es lo que nos puede llevar a la redención”. El actor propone el amor, la empatía y la compasión como los únicos medios de superar la debacle que provoca la especie humana. En un mundo en el que la crueldad, la insensibilidad y la psicopatía (ausencia de sentimientos y de empatía) cotizan muy alto, tenemos todos los seres sensibles la obligación de reivindicar el respeto y la empatía. Tenemos la obligación moral de exigir a los gobernantes leyes efectivas que pongan barreras a la maldad y a la soberbia de creernos con la potestad de maltratar, despreciar y asesinar a los otros, ya sean los otros mujeres, homosexuales, personas de otras razas o animales no humanos; porque finalmente todo es lo mismo y proviene de lo mismo. Y tenemos la obligación moral de hacernos conscientes, y de reivindicar la ternura si queremos mejorar el mundo.

Coral Bravo es Doctora en Filología