Hay cifras que hieren. Hay datos que escandalizan. Y hay decisiones políticas que directamente deberían avergonzar a quien las toma. Pero lo que está ocurriendo en el Hospital Materno Infantil de Málaga no es solo una vergüenza, es una atrocidad política y moral. Más de 10.400 niños en lista de espera quirúrgica. 79 camas pediátricas y neonatales cerradas. Intervenciones canceladas el mismo día en que los pequeños llegan en ayunas para ser operados. Señor Moreno Bonilla, ¿de verdad hay derecho a esto? ¿De verdad no le da ni un poco de vergüenza? ¿De verdad duerme tranquilo por las noches?

Andalucía no solo tiene ya los peores indicadores sanitarios de España, según diversos organismos independientes y sindicatos. Tiene, además, un gobierno que desprecia a sus ciudadanos. Porque lo que ocurre en el Materno de Málaga no es una “adversidad sobrevenida”, como se ha atrevido a justificar la dirección del hospital. Es una catástrofe provocada por la falta de contratación de enfermeras, por la irresponsabilidad estructural del Servicio Andaluz de Salud, y por una política deliberada de Moreno Bonilla de abandonar lo público en favor de una sanidad privatizada, desigual y deshumanizada.

Más de diez mil niños malagueños y sus familias esperan una intervención quirúrgica. Y lo hacen con miedo, incertidumbre y, muchas veces, dolor. Esperan sin saber si serán atendidos mañana, la semana que viene o el año próximo. Algunos ya han vivido en carne propia la crueldad de este sistema colapsado: niños en ayunas, con nervios y angustia, que llegan al quirófano para ver su operación suspendida por falta de personal o de camas. ¿Se puede imaginar algo más deshumanizante, más inaceptable?

Desde el Sindicato de Enfermería SATSE no lo dudan: esto es una degradación del sistema sanitario público, un abandono institucional que pone en riesgo la vida y la salud de nuestros menores. Y tienen razón. Porque no hay excusa válida, ni justificación técnica, ni planificación posible que avale el cierre de 58 camas de hospitalización pediátrica, 16 de neonatología y 2 de UCI infantil en pleno verano, con temperaturas asfixiantes y con el personal sanitario absolutamente agotado y desbordado.

Lo del Hospital Materno de Málaga no es nuevo. Es el resultado de años de desprecio a la sanidad pública andaluza por parte del Partido Popular. Años de recortes, de infradotación presupuestaria, de imposición de contratos precarios a profesionales esenciales, y de una gestión sanitaria que desprecia la experiencia del personal en favor de decisiones políticas al servicio de intereses privados.

Este colapso tiene un responsable político, se llama Moreno Bonilla. Es él y solo él quien ha decidido no contratar las enfermeras necesarias. Es él quien ha ordenado no abrir las camas suficientes. Es él quien ha determinado no dotar a los hospitales del personal, los recursos y la previsión necesarios para ofrecer una atención digna y segura.

Tanto que habla el señor Moreno Bonilla de eficiencia, modernidad o su equilibrio presupuestario. ¿A qué eficiencia se refiere, señor presidente? ¿Al de un quirófano vacío y una familia desesperada? ¿Al de una enfermera desbordada atendiendo a más pacientes de los que permite cualquier protocolo de seguridad? ¿A qué modernidad se refiere? ¿Al de que Andalucía sea líder en España en listas de espera? ¿A que equilibrio presupuestario se refiere? ¿A que Andalucía esté a la cola en inversión sanitaria?

Y mientras todo esto ocurre, mientras los niños malagueños son víctimas de una sanidad colapsada y los profesionales sanitarios son exprimidos hasta el límite, Moreno Bonilla se ha subido el sueldo dos veces en un año. ¿Puede haber mayor insulto a la ciudadanía? ¿Puede haber mayor cinismo político?

El presidente de la Junta vive ajeno a la realidad de los hospitales andaluces. Y cuando no está ajeno, actúa con premeditación y alevosía, aprobando medidas que priorizan el beneficio privado sobre la salud pública. Antepone el salario de los altos cargos sobre el contrato de una enfermera. Da más importancia a la propaganda sobre la asistencia.

¿Cómo se puede justificar esto, señor Moreno Bonilla? ¿Cómo puede usted dormir tranquilo mientras cientos de niños son reubicados en plantas sin condiciones adecuadas, sin personal suficiente, expuestos a “riesgos altísimos”, como ha advertido el propio SATSE? ¿Cómo puede explicar que haya menores con patologías graves que ven canceladas sus operaciones simplemente porque no hay camas donde ingresarlos?

Los datos no engañan. Andalucía tiene hoy la peor sanidad pública del país. La peor ratio de médicos por habitante. La menor inversión por paciente. Los tiempos de espera más largos. Y un personal sanitario al borde del colapso, maltratado, ignorado y utilizado como excusa para tapar una gestión ruinosa.

Los profesionales de la enfermería, que lo dieron todo durante la pandemia y que sostienen cada día la estructura sanitaria con su compromiso, están siendo maltratados por la Junta con contratos precarios, traslados forzosos, sobrecargas inhumanas y la ausencia absoluta de planificación.

Lo dicen sindicatos, las asociaciones profesionales, las familias, los pacientes y los propios trabajadores del sistema sanitario. El deterioro no es casual. Es deliberado. Y es parte de una estrategia que pasa por privatizar, externalizar y vaciar de contenido los servicios públicos.

Una estrategia que tiene consecuencias: operaciones canceladas, listas de espera que no dejan de crecer, profesionales que se marchan a otras comunidades o al extranjero, y ciudadanos que pierden la fe en un sistema que, hasta hace unos años, era referente en Europa.

La salud no es un negocio. La infancia no es un número en una estadística. Y quien, como Moreno Bonilla, antepone su sueldo a la atención de un niño enfermo, ha perdido toda legitimidad para seguir gobernando. Andalucía merece más. Málaga merece más. Y, sobre todo, nuestros niños merecen más.

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