No, no estamos tan lejos del mono. Los vídeos que se han hecho virales del “unga unga” de los chavales del Colegio Mayor Ahuja lo demuestran. Una chica del Colegio Mónica colgó el vídeo en TikTok, red social fetiche entre los jóvenes, con el título: “Pov: ahujos”, en referencia a los estudiantes que residen en ese Colegio Mayor. POV significa ‘point of view’, se suele utilizar mucho para explicar situaciones, equivaldría a un “cuando…”, vendría a ser el formato clickbait de la plataforma. En el comentario de la chica no había ni rastro de ningún mensaje reivindicativo o feminista. Simplemente un POV.

Ese vídeo, como muchas otras burradas publicadas en TikTok, habría tenido su impacto interno dentro de la red y en un par de días se habría ido por el desagüe al igual que tantas y tantas coreografías que están de moda lo que tarda una “influencer” en inventarse otra. Pero no, el vídeo ha traspasado la frontera y ha llegado a la red del pajarito, donde residen juntos todos los indignados, desocupados, guerrilleros culturales y otros personajes que no iban a dejar pasar la oportunidad de destripar una mercancía tan suculenta. Twitter al unísono se ha echado las manos a la cabeza y todos sus sectores han puesto en marcha la maquinaria para tratar de llevar el tema hacia el terreno de lo sociológico y político. ¡Qué sorpresa! Chavales borrachos como cubas diciendo auténticas barbaridades a mujeres que lo graban desde el otro edificio.

Es fácil rasgarse las vestiduras, redactar un tuit incendiario y dejar claro lo feminista que es uno, lo difícil es ir más allá de hacerse el sorprendido. Ni que decir tiene que esos comportamientos dan mucho asco y vergüenza ajena, pero también bastante pena. Pena porque esos chavales de Colegios Mayores con cara de perdonarte la vida, que sueltan pamplinas y dicen “bro” cinco veces por minuto, en el fondo son chaveas inmaduros que están viviendo la experiencia de vivir fuera de casa, con pasta que les llega de papi y mami. Chicos que con 19 años y dos neuronas se creen los reyes del mambo en Madrid. Bebés mentales a los que la fuerza se les va por la boca, niñitos inseguros que necesitan decir la mayor burrada que sean capaces de elaborar para sentirse hombres. Dan pena porque son unos inmaduros que luego necesitan beberse seis cubatas para atreverse a hablar con una chica de tú a tú, que probablemente hayan llorado después de que mami intuyese con disgusto su voz en el vídeo.

Por eso, entiendo que en Twitter haya gente que se lleve las manos a la cabeza. Sí, lo que están gritando es machista. Sí, lo que están gritando es repugnante y da miedo. Sí, por supuesto que hay que erradicar estas conductas peligrosas. Pero no, esto no solo ocurre en los Colegios Mayores de pijos, y si estás en el mundo, lo sabes. Conductas y comentarios machistas hay en el Barrio de Salamanca, en Usera, en Moratalaz y en la sede de Podemos. En Madrid y en Barcelona. En Bilbao y en Sevilla. ¿O hace falta que recordemos a los que por ese flanco hoy están dándose golpes en el pecho lo que Pablo Iglesias decía que le haría a Mariló Montero? No, esto no es nuevo de ahora, lleva pasando toda la vida. No, la inmensa mayoría de esos cretinos no haría las cosas que dicen en el vídeo. No, esto no es nuevo, es el primate saliendo de nuestras entrañas, diciendo barbaridades que ni piensan ni se creen, pero que te hacen afianzarte en tu papel de machito de 19 tacos. Sí, el papel de la mujer ha avanzado, pero ese resquicio de hombre cavernario sigue presente en la actualidad. Por desgracia.

Háganme caso y sumérjanse en TikTok, pongan la tele y vean La Isla de las Tentaciones, busquen la lista Top 50 España en Spotify y analicen las maravillosas y constructivas letras. Si lo hacen, dejarán de indignarse con un vídeo y empezarán a comprender por qué sigue habiendo tantos tontos, tontes, tontas y tontis con balcones a la calle. Vayamos al fondo, buceemos en las causas, miremos hacia dentro y no hacia una fachada, prediquemos con el ejemplo, borremos ese vídeo grosero sin reenviarlo, eduquemos desde niños para que no repita. Pero no, es mejor provocar una discusión tuitera con el típico eje izquierda-derecha.