El augurio de un inminente drama colectivo, la amenaza de una ya inevitable guerra civil catalana, la pública y reiterada desautorización de la Policía autonómica por parte del mismo Gobierno del que depende, la vergonzosa instrumentalización sectaria de unas huelgas de hambre de tanto coste físico y psíquico para aquellos que de verdad las practican, la estimulación desde la Presidencia de la Generalitat y desde otras instancias gubernamentales de una violenta y tumultuaria agitación callejera descontrolada y que nadie sabe cómo puede terminar… Este es, por desgracia para todos, el panorama que se vive en Cataluña en la actualidad.

No se trata ya simplemente de un Agustí Colomines ejerciendo sus funciones habituales de provocador mediático. Tampoco se trata solo de un fanatizado exconsejero de la Generalitat como Toni Comín vaticinando una última fase “dramática” del proceso secesionista. Se trata de todo un presidente de la Generalitat anunciando que “ya no hay vuelta atrás” y que el independentismo catalán tiene como única opción posible la “vía eslovena”. Todo ello aderezado con cuatro presos preventivos en una huelga de hambre de consecuencias imprevisibles y que otros dicen secundar desde el exterior con unos ayunos más publicitarios que reales, el impulso gubernamental a grupos violentos y una policía autonómica llamada desde el gobierno a permitir toda clase de actos ilícitos y, por consiguiente, a no garantizar la seguridad pública.

Poco o nada importa que la división de la ciudadanía catalana se acentúe; más bien parece que se desea fomentar esta división, esta fractura, para convertirla ya en irreversible, al menos a corto y a medio plazo. La tan ensalzada “vía eslovena” tuvo, en efecto, efectos dramáticos, con una incivil guerra civil que provocó decenas de muertos y centenares de heridos. Pero se olvida que en Eslovenia hubo, en 1990, un referéndum de autodeterminación auspiciado y estimulado por la Alemania de Helmut Kohl por intereses económicos y de mercado, con una participación del 93% y con un 95% de votos a favor de la independencia. Nada que ver, por tanto, con la realidad demoscópica actual de Cataluña, dividida repetidamente en dos mitades a favor y en contra de la secesión, y por ahora siempre con una leve mayoría contraria a ella. Una independencia, la de Eslovenia, que contribuyó de forma decisiva a encender la mecha de la posterior guerra de los Balcanes, con miles y miles de muertos y un número incontable de heridos y desplazados en Bosnia-Hercegovina y en Croacia, en Montenegro y en Kosovo, en el conjunto de la antigua Yugoslavia… ¿Es realmente está la propuesta que hace el presidente Quim Torra?

 La tan ensalzada “vía eslovena” tuvo, en efecto, efectos dramáticos, con una incivil guerra civil que provocó decenas de muertos y centenares de heridos

Cada vez son más las voces que se alzan en Cataluña contra las estridencias y extravagancias de un presidente de la Generalitat que a diario deshonra a la institución que preside. No se trata ya de las voces que representan a la mayoría ciudadana no secesionista; se trata también de exponentes notables del mismo nacionalismo catalán, incluso de líderes independentistas.

La incontenible escalada verbal de Quim Torra, Carles Puigdemont, Toni Comín, Eduard Pujol, Elsa Artadi y otros dirigentes secesionistas, parece tener un único objetivo: provocar una nueva y mucho más dura aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Es la vieja estrategia revolucionaria del “cuanto peor, mejor”, de consecuencias siempre nefastas para las mayorías sociales.

Lo que con un político tan cínico como Artur Mas comenzó anunciándose como “la revolución de las sonrisas”, lo que un político tan fanático como Carles Puigdemont condujo hasta el límite grotesco de una ridícula y fallida declaración unilateral de independencia con el resultado conocido y esperado de la suspensión temporal de la autonomía y dirigentes secesionistas presos y fugados, puede acabar, de la mano de un político tan “friki” como Quim Torra, con las risotadas de unas hienas con ansias de sangre.

¿Quién quiere de verdad que haya muertos en Cataluña? ¿Quién está realmente dispuesto a morir por la independencia de Cataluña? Y, sin duda mucho más importante, ¿quién está dispuesto a matar por la secesión de Cataluña?