Hace mucho que la mayoría de los políticos, no sólo en España pero es nuestro país del que hablamos ahora, perdieron la perspectiva del tiempo. Con este prisma perdieron también el del interés general, el servicio público de su función y la perspectiva histórica. La era de la llamada “posverdad” o “mentira emotiva” nos ha traído nuevas caras y fórmulas tan viejas como la machacona y efectiva “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. Esto es especialmente evidente en nuestro espectro conservador, con partidos como VOX, nostálgicos de ideologías y postulados totalitaristas, y un PP que perdió la posibilidad de haber hecho una verdadera refundación tras los vergonzosos casos de corrupción sistémica de su partido, en cuyas causas siguen enredados. Joseph Goebbels ideólogo y ministro de propaganda nazi fue, sin saberlo, el padre de la “Posverdad”. Fue también el ideólogo nazi el que escribió que “la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. Esta es la biblia de la posverdad a la que ha atado su destino el señor Pablo Casado, nefasto presidente del PP, alentando a la rebelión absurda de la Comunidad de Madrid de Isabel Díaz Ayuso, aunque por el camino se haya sacrificado a miles de madrileños, muertos, enfermos, o con secuelas para el resto de sus vidas, y lastrado la economía de muchas familias en una región capital, nunca mejor dicho, para la salud y la economía de nuestro país.

La necesaria intervención del Gobierno en materia de sanidad de la Comunidad de Madrid, no es más que la respuesta lógica a las peticiones de Europa, ante la propagación de la enfermedad más alarmante del viejo continente, del sentido común, ante la inacción de la presidenta Ayuso, y de las necesidades vitales de los propios madrileños. Si Casado y Ayuso tuvieran memoria, o decencia, o las dos cosas, recordarían lo que hace menos de quince días demandaban del Estado Central mientras ellos sumían a la Comunidad de Madrid en un caos peligroso. Era el 21 de septiembre cuando Casado decía que “la competencia de la pandemia es exclusiva del gobierno estatal”. No sé de donde se sacaba esto el señor Casado porque, hasta donde yo sé, está recogido en la Constitución, procedimientos y legislación, normativas de actuación en casos de excepcionalidad, pero no hay una especificidad sobre “Pandemias”. Aceptando sin embargo la situación como excepcional, sostenía lo contrario cuando se declaró el “estado de Alarma”. En una demagógica contradicción más, Casado interpelaba a  Pedro Sánchez a reunirse con la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, para ayudar a frenar la crisis. Una vez producida esa reunión, en sus estratégicas controversias consigo mismo, Casado declaraba: “Sánchez no va a la Puerta del Sol a ayudar sino a informarse de lo que le compete a él”, y llegó a afirmar, incluso, que el Gobierno de España “ha abandonado a todos los barrios, los del norte y los del sur”. El líder del PP recordó que Díaz Ayuso llevaba seis meses pidiendo a Sánchez una posición conjunta -tiempo en el que ella debería haber ejercido de presidenta de la comunidad he implementado medidas y recursos, que para eso se le dieron a fondo perdido fondos del Estado- porque había muchas cosas que dependen del Gobierno" y él mismo lleva ya “tres meses” ofreciendo su “mano tendida” para modificar la ley, de manera que el mando único sanitario lo pueda asumir el Gobierno central. Por todo esto y por el hecho de que “una pandemia internacional es exclusiva de los gobiernos nacionales”, Casado acusó a Sánchez de dejación de funciones y le instó a dar respuesta “a todo lo que le viene pidiendo el PP, que es su competencia”. Pues bien, la repuesta está dada. No puede ser más clara y contundente la asunción de la competencia de sanidad del gobierno, ante el desgobierno y la incompetencia sanitaria de la Comunidad de Madrid.

Ahora Casado y Ayuso se quejan de ser intervenidos autoritariamente por el Gobierno. Deberían ponerse de acuerdo consigo mismos y explicar, por ejemplo, por qué se han reducido el número de pruebas serológicas y PCRS en la Comunidad en las últimas semanas. Si fuéramos tan mal pensados como ellos, diríamos que, por un intento de enmascarar las estadísticas y el número de contagios confirmados, aunque eso no ayude a frenar la pandemia, sino todo lo contrario, multiplicando los contagios, los enfermos y muertos, y lastrando la recuperación económica de la Comunidad. Una práctica que rozaría lo delictivo, y que, sobre todo, pone de manifiesto lo que les importan a los dirigentes de la Comunidad la salud y el bienestar de su ciudadanía. La lucha de cifras sobre si son setecientos y pico o quinientos y pico, según si se atienden los datos de la Consejería de Sanidad de Madrid o los del Ministerio de Sanidad, son un escándalo. La OMS es muy clara y dice que, cincuenta casos por cada 100. 000 habitantes, son las cifras para tomar medidas de confinamiento de una población. Son las que se aplican en Berlín o en París, por ejemplo. Las de Madrid, incluso si damos por buenas las de Ayuso, multiplican por más de cien esas cifras. Si tuviera pundonor, Ayuso debería haber dimitido hace ya semanas, de lo que es corresponsable el vicepresidente de la comunidad Aguado, de Ciudadanos. No es que la historia los vaya a juzgar, la prensa internacional ya hace mofa y escándalo de la falta de criterio y profesionalidad de la presidenta Ayuso, en una Comunidad seria e importante en toda Europa, como es Madrid. El prestigioso escritor y periodista de The Times, John Carlin, hace escarnio y mofa en sus artículos del disparate de gestión de Ayuso. Carlin se refiere a Ayuso como una “política novata” y llega a compararla con el general francés de la Primera Guerra Mundial, Ferdinand Foch, quien instó a cargar contra las fuerzas enemigas a pesar de que las suyas estaban inmersas en el caos. Alentada por su amigo Casado, Ayuso se ha creído una especie de Juana de Arco que debe inmolarse en la lucha ciega contra un enemigo que ha personificado en el presidente del Gobierno y no en el verdadero adversario: el COVID. Borracha de soberbia, no recuerda, o no sabe, que a Juana de Arco la entregaron a sus enemigos los propios, hartos de ella y de sus fanatismos, que es lo que acabará haciendo Casado, como hace poco hizo con su dóberman anterior, Cayetana Álvarez de Toledo. Es del presidente del PP la responsabilidad completa de haber puesto a una incapaz al frente de una Comunidad como Madrid. Aunque acabe entregándola a la hoguera pública, como ya hizo con otras compañeras anteriores, su destino está “Casado con el error” de haber decidido hacerla cabeza de cartel de Madrid. De sostenerla y no enmendarla, y ponerla como ejemplo. Sé que el dirigente del PP no está, ni le importa, en lo que la historia ya está escribiendo sobre Ayuso y él, pero quedará negro sobre blanco su mezquindad, el coste en vidas, salud y economía de los ciudadanos a los que dicen servir, por lo que han creído rédito político. Nauseabundo.