Diario de bitácora. Noviembre de 2023. cuadragésimo quinto año desde la proclamación de nuestra sagrada constitución.

En España somos expertos en recordar todas las fechas institucionales que recuerdan nuestras grandes azañas como nación, el “descubrimiento” de Ámerica, el día del “alzamiento nacional”, el fin de la guerra civil, el periodo de la transición democrática, y cómo no, el día que se votó la constitución. Y, por supuesto, nunca se nos olvida celebrar todos los años muchas de esas efemérides, no sea que los libros de historia no pongan suficiente ahínco en construir nuestra realidad a traves de esas fechas. En lo que no somos tan buenos, al menos la parte progresista de nuestra sociedad, es en recordar quiénes son todos aquellos que significaron esas fechas y no otras, y sobre todo de qué contenido las rellenaron.

Se nos olvida con muchísima frecuencia por qué se le sigue llamando “descubrimiento” a un genocidio, porque aunque ya no le llamemos alzamiento nacional así es como se definió durante 40 años al golpe de estado del 36, y que la Guerra Civil no fue una guerra entre hermanos, sino, como explican todos los historiadores serios, una guerra ideológica entre la democracia, y quienes querían acabar con ella, así como un campo de pruebas de esa II Guerra Mundial que demostró que así era. No es que todos los términos estén mal, pero muchos son incompletos, y no es baladí. Y por supuesto no podemos olvidarnos de nuestra santa y sagrada constitución, que es la representante de la época más pacifica de nuestra historia reciente, como nos recuerda siempre una derecha que no solo votó en contra de la misma, sino que además olvida el casi millar de muertos debido a la violencia política de aquella época, así como que muchos de las que la ejercían se transformaron de la noche a la mañana en demócratas de toda la vida.

No falta memoria en este país, lo que falta es dotarle de una verdad histórica que nos han robado aquellos que nos sometieron a una dictadura durante 40 años, y los nietos de aquellos que hoy envalentonados llenan nuestras calles de banderas de España para revindicar lo mismo que sus antepasados: anti-liberalismo, fascismo, y violencia. Y he aquí las dos primeras notas para no volver a cometer los mismo errores que nos han traído hasta aquí. El primero es definir quienes son esos nietos de aquellos que nos sumieron en una de las épocas más oscuras de nuestra historia reciente, y que aún define muchas de nuestras formas culturales y sociales. Nieto de esta gente es una metáfora que implica crecer y ser educado en torno a unos valores, reaccionarios y conservadores, donde todo aquel que pretenda la igualdad, la mejora de la condición de los de abajo, o democratizar nuestra sociedad, está condenado a ser su enemigo de clase permanente. Eso sí, aún siendo una metáfora, no podemos dejar de lado que una gran cantidad de esos nietos lo son de sangre de verdad, nacen en las mismas casas y viven de las mismas empresas que muchos ganadores de la guerra civil española robaron a nuestros compatriotas, y usaron para enriquecerse.

Otros tantos son sólo hijos de nuestra responsabilidad, la de no explicar esto con todo el rigor y valentía histórica en nuestro sistema educativo. La progresía no debe librarse de la responsabilidad de haber comprado los marcos de quienes les odiaban durante años. Y la segunda nota es hablar de ese término siempre tan nuestro, y que tan bien conocemos en nuestro país, la violencia política, y lo rápido que muchas veces lo relacionamos con el terrorismo, pocas veces acertadamente, y la mayoría a brocha gorda y por desconocedores de los extensos estudios sobre estos temas. Ayer las calles de Madrid ardieron, el resto no sé, porque como bien sabemos Madrid es España, y así lo demuestran siempre con su programación nuestros canales de televisión, que son muy bien replicados por las redes también. Unas calles de Madrid que bien nos recuerda la derecha, siempre han solido ser el campo de batalla más de nuestras ideas progresistas que de sus valores conservadores, se les olvida a estos lumbreras apreciar que sus ideas reaccionarias no solo estaban normalmente en los parlamentos, sino que impregnaban también todos los espacios del estado profundo y no tan profundo.

Sus ideas no son mayoritarias, pero copan los espacios de poder. Y es cierto que desde hace ya un tiempo empezaron a tomar parte también de lo único que les quedaba por acaparar, la calle. Pero parece que ayer no solo salieron a la calle a demostrar una vez más cuales son sus ideas desde hace decenas de años, luchar contra la libertad del aborto, oponerse a la libertad del matrimonio entre personas, cercenar la libertad de aquel que elige cómo se siente y cuál es su identidad, siempre en contra de esa libertad en la que ellos se escudan una y otra vez y cuyo significado para ellos es, yo hago lo que quiero y tu haras lo que yo quiero. Ayer hubo un cambio sustancial, pero solo en las formas, anoche una cantidad no desdeñable de gente provocó altercados en la vía pública, y lo llamo así porque eso es lo que son, altercados. Nada que la izquierda o el progresismo no haya necesitado una y mil veces en su extensa historia para defender los derechos de los valores progresistas. Es por ello que debemos distinguir medios de fines, y priorizar qué es más peligroso para nuestra democracia.

Por eso, no debemos caer en la espectacularización de los medios que nos nubla, de forma muy intencional, que lo peligroso ayer no eran las imágenes de gente encapuchada, sino lo que pensaban. Caer en la trampa de hablar de las formas nos lleva a su terreno y sus marcos, y debemos concentrarnos en seguir reconstruyendo de nuevo los significantes que expliquen nuestros valores, nuestra historia, y nuestra memoria; con una visión propia y no con el lenguaje impuesto por los reaccionarios. Es por ello que debemos evitar llamar violencia a lo que no es violencia, y por supuesto reservar el término terrorismo para lo que debe reservarse, ya que este último ya lo pisotearon lo suficiente como para llegar a hacer creer a la sociedad que puede ser usado para condenar a cantantes o tuiteros. Así de potente es su violencia lingüística. Entre los altercados de ayer hubo quema de contenedores, lanzamiento de objetos a la policía, ataques a la prensa, y bastante violencia, pero no más que la desatada entre ultras en un campo de futbol. Y ninguna que tenga capacidad de subvertir ningún orden. Porque lanzar cosas y prender cosas que se reponen con dinero no es de recibo, pero existen multas para ello y nunca deberían ser delitos graves, lo haga quien lo haga, y mucho menos llevar a gente a la cárcel.

Eso sí, cuando esto último ocurre y se detiene y se procesa a gente por altercados públicos, nunca son ellos, la razón por la que hay gente que acaba en la cárcel no pasa por la gravedad de su violencia, sino por la ideología progresista que había detrás de los adoquines. Que no se nos olvide nunca. Las políticas securitarias de los marcos de la derecha no deben ser asumidas nunca por los valores progresistas. La verdadera violencia política que vivimos ayer venia de los valores defendidos por la gente que salio a la calle, que piden una España estrecha donde no caben el perdón entre españoles y catalanes, que defienden una España, como gritaban ayer, donde los “moros” y no ellos sean apaleados en la frontera, aunque sean vecinos cercanos y nuestras culturas estén unidas por siglos de historia. La verdadera violencia política es oír en sus consignas sus vivas Franco, sus cánticos cara al sol, y usar entre otras banderas prehistóricas y anti democráticas, algunas que en vez de representarnos a todos, ellos enarbolan para defender valores reaccionarios.

Ellos tienen muy claro que son nietos de quienes nos quisieron arrebatar el futuro hace ya casi 100 años, y que aún parasitan nuestras instituciones. Demostraron que esa es su violencia, reaccionar contra cualquier cuestión igualitaria, progresista, o de paz, que esté contra su idea de país, esa donde solo caben ellos. Es eso lo que debe darnos miedo y no solo su estética desfasada de escuadristas. No me preocupan las algaradas callejeras, ni creo que por ello deban pasar un solo día en la cárcel, es por ello que defiendo y defenderé la Amnistía, que pese a la minoría de ayer, los españoles si somos capaces de entender, porque las buenas y generosas gentes siempre somos más que los egoístas. Seamos más inteligentes y paremos en seco todas las ideas que ellos promueven, porque España es mucho más grande, dejemosles que rabien en las calles mientras nosotros le damos la vuelta al país como un calcetín. Cambiando nuestro sistema educativo, mejorando la sanidad que nos han ido robando, y sobretodo creando todos aquellos foros al margen de las instituciones que restauren nuestros ideas principales, que imponga una memoria histórica justa y definitiva. Que cuando nazcan nuestros nietos, la noche de ayer haya sido olvidada de la historia por irrelevante.