Las personas que han estado en sectas u organizaciones religiosas cerradas saben bien lo que es vivir en una burbuja de aislamiento creada a partir del control sobre lo que se lee, escucha o ve. Lo mismo ocurre en los grupos políticos extremistas: para mantener su seguridad ideológica cierran todas las ventanas posibles a la realidad común.

El filósofo coreano Byung-Chul Han lo expresa muy bien en su último libro Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia (Taurus, 2022) cuando afirma: “Las teorías de la conspiración como microrrelatos se asumen como recursos de identidad y significado. Por eso se extienden sobre todo en el campo de la derecha, donde la necesidad de identidad es muy pronunciada.”

La derecha y la extrema derecha comparten una mayor simpatía con dogmas religiosos, mitos y creencias ancestrales que otros sectores de la sociedad. La izquierda es más antidogmática, abierta y plural.

Las burbujas negacionistas que se inflaron a raíz del triunfo electoral de Trump en 2017 y de la pandemia han crecido hasta cubrir a casi la mitad de la población en naciones tan grandes como Estados Unidos y Brasil, como comprobamos desgraciadamente en la actualidad. Las huestes trumpistas y bolsonaristas actúan con el mantra infantil de “no te escucho, cartucho” para impermeabilizarse contra la verdad de los hechos. El caso de Rusia merece un tratamiento aparte porque Putin ha impuesto la mentira por decreto.

En España no somos ajenos al problema. Los datos reales de la economía son ignorados de manera sistemática por la derecha y la extrema derecha y sus altavoces mediáticos, además de sustituidos por un relato ficticio sobre cuestiones identitarias e ideológicas, en el que ETA y el procés independentista catalán siguen vivos y coleando.

A tal punto se ha llegado, que el PSOE acaba de crear un comité específico para desmentir los bulos y falsedades de la derecha ante la campaña electoral del 28 de mayo y de las próximas generales. En el ámbito personal también nos vemos obligados a pinchar las múltiples burbujas negacionistas virtuales que se expanden por las redes sociales, especialmente, a través de Whatsapp e Instagram. 

Ahora, los negacionistas la han emprendido contra las políticas y estrategias verdes de los ODS y la Agenda 2030, afirmando que los coches eléctricos son inviables y que la llamada movilidad sostenible pretende acabar con la libertad de movimientos y obligarnos a renunciar a los vehículos privados y a utilizar el transporte público. 

Tenemos mucho trabajo por delante para pinchar las burbujas negacionistas.