Aunque no son descartables las sorpresas de última hora –las mismas encuestas ya citadas han detectado un recorte de las diferencias de las estimaciones de voto entre CiU y PSC-, lo cierto es que la pérdida del Ayuntamiento de Barcelona puede acabar siendo la que rubrique una sonora derrota electoral socialista en los comicios municipales y autonómicos del próximo domingo. La tendencia general apunta por ahí y parece ya poco menos que irreversible, a no ser que a última hora se produzca una inesperada y muy masiva movilización del voto de izquierdas a favor de la continuidad de unas políticas progresistas, que en una situación de grave crisis económica y social como la actual son más necesarias que nunca.

Apenas sin tiempo para que CiU se haya desgastado tras su rotundo triunfo en las elecciones autonómicas catalanas del pasado mes de noviembre, a pesar incluso de los graves recortes en políticas sociales anunciados por el Gobierno de la Generalitat presidido por Artur Mas, parece evidente que un notable porcentaje del tradicional electorado de izquierdas se mantiene todavía desmovilizado, con una clara tendencia hacia la abstención, el voto en blanco o nulo, el voto a favor de formaciones minoritarias o incluso hacia el trasvase de voto a formaciones de derechas.

Esta tendencia parece ser generalizada en España entera, con muy escasas excepciones, y de hecho se inscribe en la línea del castigo electoral que reciben casi todos los gobiernos en esta situación de crisis, sea cual sea su orientación ideológica o política. Lo curioso del caso es que el Ayuntamiento de Barcelona, con el socialista Jordi Hereu como alcalde, no sólo ha sabido hacer frente a esta situación de crisis manteniendo en su absoluta integridad las políticas sociales y luchando contra el paro con eficaces políticas de empleo, sino que ha hecho todo esto sin elevar el déficit municipal a los niveles de otros grandes ayuntamientos españoles.

Si el próximo domingo no se produce la movilización masiva de todo el electorado progresista y de izquierdas, la ciudad de Barcelona pasará a ser gobernada por la unión de las derechas, dos derechas nacionalistas, la catalanista de CiU y la españolista del PP, que a buen seguro dejarán a un lado sus aparentes o reales diferencias para imponer en la capital catalana el modelo económico y social que está en el mismo origen de la crisis que padecemos.

Jordi García-Soler es periodista y analista política