Los cuatro bancos más grandes del mundo son chinos : Industrial & Commercial Bank of China, China Construction Bank, Bank of China y HSBC (Hong King y Shanghai). Tras ellos se encuentra, en quinto y sexto lugar, el norteamericano JP Morgan Chase y el japonés Mitsubishi UFJ Financial. La sorpresa, tras años de crisis y cambios corporativos, es que se sitúa en séptimo lugar un banco que hasta hace poco era mediano, el Banco de Santander, seguido de los norteamericanos Goldman Sachs y Welss Fargo, y el chino Bank of Communications. En definitiva, entre los diez bancos más grandes del mundo nos encontramos a cinco chinos, tres norteamericanos, un japonés y un español.

Se trata de la consecuencia de una (para ellos) excelente gestión corporativa de los bancos españoles, la provisión de beneficios muchas veces sustentados en prácticas monopolísticas lesivas a la competencia y al interés de los consumidores y usuarios bancarios, al hecho de haber resistido la crisis de forma más prudente e inteligente que la competencia, y, a un proceso de concentración que los ha hecho más grandes y poderosos.

Sea como fuere nos encontramos con bancos españoles, con la misma capacidad de usura que el resto, pero capaces de zamparse a bancos europeos en plena crisis financiera, intoxicados estos por deuda griega -situación que no le sucede a los españoles-, y cuya delgadez les hace muy vulnerables frente a una Armada financiera capaz de crecer.

Los casi doscientos mil empleados del Santander podrían acabar siendo compañeros de oficina de los ciento sesenta mil de Crédit Agricole o de los ochenta y dos mil del Deutsche Bank. Sin embargo, el riesgo mayor para los centroeuropeos es que los españoles se marquen sucesivas OPAS sobre bancos medianos y se conviertan en los líderes de un mercado europeo en estos momentos envuelto en llamas.

Como lo del liberalismo, como la honestidad, se entiende de puertas para fuera, las grandes instituciones financieras europeas han presionado a la Autoridad Bancaria Europea con el fin de frenar la capacidad financiera de los españoles. Inopinadamente han hecho que dicha autoridad trate de atar de pies y manos a los bancos españoles: depreciándoles llamativamente un 5% de la deuda española, es decir, sus activos, y, en segundo lugar, exigiéndoles que tengan congelado en capital propio un 9% de los mismos.
Los grandes bancos saben que tienen en sus manos un capital social elevado, bonos convertibles y provisiones resultado de tantos años de beneficio. Sin embargo, la supuesta Autoridad les ha exigido no contabilizar ni las provisiones, ni los bonos convertibles. Esto hará que los Santander o los BBVA tengan que hacer de sus convertibles y de sus provisiones, capital propio de calidad, sin necesidad de un céntimo de euro público.

La causa de esta estupidez es atar de pies y manos, como digo, la capacidad devastadora de los bancos españoles, mientras que las consecuencias serán una mayor restricción del crédito y un elevado nivel de proteccionismo en la Unión.

Los medios de la derecha se han apresurado, torpes, a criticar abiertamente al Gobierno de la Nación bajo la creencia de que nuestro sistema financiero es débil. No cabe más estulticia que le hace el juego a los bancos europeos, si bien, aún considerando que los bancos y cajas españoles no están bien, el resto de las instituciones financieras europeas están como para echarse a temblar.
Ése es el problema: que unos regular y otros mal, de tal forma que, los que están regular se pueden comer a los que están mal. Pero los centroeuropeos, esos flamencos, francos y teutones proteccionistas, con aspecto de liberales al uso, establecen sus normas a su imagen, semejanza e intereses. Mientras las autoridades españolas, económicas y monetarias, parecen no enterarse de la guerra de los bancos.

Antonio Miguel Carmona es profesor de Economía y secretario de Economía, Comercio y Turismo del PSM-PSOE

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