Del mismo modo que, al decir de Baudelaire, el mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existía, el mejor truco de las derechas desde hace décadas ha sido convencer a los pobres de que rebajar los impuestos a los ricos era bueno para ellos.

Para Juan Manuel Moreno Bonilla se trata de un artículo de fe que viene aplicando en su política fiscal desde que llegó a la Presidencia de la Junta de Andalucía, en 2018 de carambola y en 2022 por méritos propios. En su primer mandato eliminó en el Impuesto de Sucesiones el tope exento de un millón de euros por heredero directo: desde entonces, las herencias millonarias no tributan en Andalucía. Hoy, el Gobierno autonómico ha hecho lo mismo con el Impuesto sobre el Patrimonio, que solo pagaban los ricos tirando a muy ricos.

Lo llamativo de esa estrategia de relajación fiscal es que muchos pobres siguen creyendo que eso es bueno para ellos porque dan por cierto y veraz el cuento de la lechera según el cual el rico que paga menos al fisco destinará su ahorro fiscal a crear empresas que a su vez emplearán a miles de trabajadores que a su vez pagarán unos impuestos que engordarán extraordinariamente las arcas públicas, lo que a su vez permitirá destinar más dinero a la sanidad y la educación públicas, que son los servicios más utilizados por los pobres.

El discurso fiscal de los conservadores ha sido tan eficaz que ha logrado convencer a los pobres de que si ellos mismos pagan menos impuestos, la recaudación subirá porque el dinero que se ahorran se lo gastarán en comprar cosas que reactivarán la economía y el consumo, lo que a su vez generará nuevos ingresos fiscales que permitirán mejorar los servicios públicos, etc., etc. 

El debate sobre los impuestos suele disfrazarse con ropajes técnicos, pero es un debate político; en realidad, el más político de cuantos debates pueda ofrecer la política, y no es preciso saber matemáticas aplicadas para entender que los países con baja presión fiscal tienen peores servicios públicos.

Como casi todo en esta vida, la pregunta no es si hay o no hay que pagar impuestos, sino cuántos hay que pagar. Los menos posibles, clama la derecha; los más posibles, dice la izquierda. En ambos casos la respuesta está dictada por el egoísmo, solo que el egoísmo de la izquierda es más ancho y generoso que el egoísmo de la derecha. A la derecha nadie la va a convencer de que subir los impuestos es bueno para ella, pero ella sí ha conseguido convencer a las izquierdas de que bajarlos es lo mejor que puede pasarles a los pobres. 

Moreno aplica políticas fiscales de derechas con el mismo desparpajo con que lo hace Isabel Díaz Ayuso, si bien con la diferencia de que ella lo hace en una comunidad rica y él en una pobre. Madrid ingresa en las arcas públicas del Estado más de lo que recibe; en cambio, Andalucía recibe anualmente unos 8.000 millones de euros más de los que aporta, y además debería recibir una cantidad mayor porque la actual es insuficiente. Pues bien, pese a todo eso muchos andaluces pobres –lo que ahora llaman clase media trabajadora– le han comprado a Moreno el cuento de que “donde mejor está el dinero es en el bolsillo de las familias”. En efecto, sobre todo en el de algunas.