No es tolerable el daño que Ayuso, Moreno Bonilla y el Partido Popular están causando a la sanidad pública. Lo que ocurre en Madrid y Andalucía no es una suma de errores, ni una mala gestión puntual, ni un cúmulo de circunstancias desafortunadas. Es la consecuencia directa de un proyecto político que lleva décadas aplicándose allí donde gobierna el PP: recortar, debilitar, deteriorar y privatizar. Convertir un derecho universal en un negocio para unos pocos.
Los recortes de personal, las bajas sin cubrir, la desorganización crónica y la falta de recursos siguen provocando situaciones dramáticas que se miden, literalmente, en vidas y en dolor. Mientras tanto, el PP pretende presentarse como sorprendido ante escándalos que no solo conocía, sino que son exactamente la lógica del modelo que defiende.
Hay quien se escandaliza por los audios recientemente filtrados en un hospital público madrileño de gestión privada, donde un directivo pedía aumentar las listas de espera para incrementar beneficios. También hay quien pretende alarmarse ante el caos de los cribados de cáncer de mama en Andalucía. ¿Pero de qué se sorprenden?
Ayuso y Moreno Bonilla han situado a Madrid y Andalucía a la cola de España en inversión sanitaria pública. No hay sorpresa posible: cuando se recorta deliberadamente la sanidad pública y se entrega la gestión a empresas privadas, se favorece exactamente este tipo de prácticas. El objetivo ya no es atender mejor, sino gastar menos. No es curar, sino ahorrar. No es proteger la salud, sino cuadrar cuentas.
El PP lo ha hecho siempre. Lo hizo en la Comunidad Valenciana, lo hizo en Madrid desde los gobiernos de Aguirre y González, lo hace Ayuso con total crudeza y lo replica Moreno Bonilla en Andalucía. Son los recortes de Guardiola en Extremadura o la dejadez de Mañueco en Castilla y León.
El guion se repite con precisión quirúrgica: deterioras la sanidad pública, saturas a los profesionales, aumentas las listas de espera… y luego argumentas que la única solución es recurrir a la privada. A los pacientes, eso sí, el PP solo los menciona para hacerse fotos. Porque a la hora de legislar, presupuestar y gobernar, el PP convierte los derechos en facturas.
En Madrid, Ayuso ha llevado el modelo a su máxima expresión. Es la comunidad que menos invierte por habitante en sanidad pública de toda España. Una región rica con un sistema sanitario empobrecido, donde más de un millón de personas aguardan en listas de espera. Y donde año tras año se reduce la Atención Primaria, el nivel asistencial que debería evitar saturaciones y detectar enfermedades a tiempo.
Ayuso insiste en hablar de libertad, pero en su modelo, la única libertad que existe es la del paciente que puede pagar una póliza privada. Para el resto: retrasos, horas de espera, citas imposibles y un deterioro calculado. Porque si el sistema público funciona bien, se acaba el negocio. Y ese es el verdadero problema para quienes gobiernan Madrid.
Ayuso niega los escándalos, minimiza las denuncias, reacciona con soberbia y desprecio. Cuando estallan prácticas intolerables en un hospital público gestionado por una empresa privada, lo despacha como “rencillas entre directivos”. Y así pretende zanjarlo. Como si una conversación interna pidiendo ampliar listas de espera fuera un detalle sin importancia. Como si manipular triajes o presionar a equipos para atender antes a casos leves fuera un tema menor. Ayuso no defiende la sanidad pública: la debilita activamente. Y lo hace con plena conciencia de causa.
En Andalucía ocurre lo mismo. Moreno Bonilla ha recortado de forma sistemática allí donde más se necesita invertir. Los cribados de cáncer de mama fallan, se pierden citas, se retrasan pruebas y se dan situaciones surrealistas donde mujeres reciben avisos tardíos o directamente no reciben ninguno. Mientras tanto, el porcentaje de andaluces con seguros privados no deja de crecer. Y no porque la ciudadanía quiera marcharse del sistema público: se va porque la empujan. Por desesperación, no por elección.
Moreno Bonilla intenta presentarse como moderado, como gestor tranquilo, como el “andaluz templado” del PP. Pero sus políticas son las mismas que las de Ayuso, solo que envueltas en un tono más suave. La realidad es idéntica: recortes, deterioro, desvío de fondos, externalización de servicios y un desmantelamiento progresivo de la sanidad pública.
Cuando fallan los cribados oncológicos, cuando se disparan las listas de espera, cuando se destroza la Atención Primaria, cuando se colapsan las urgencias o cuando falta demasiado personal sanitario, lo que falla no es un departamento: falla una política. Falla un modelo. Falla una ideología que entiende la salud como un gasto, no como un derecho.
El modelo del Partido Popular es siempre el mismo: Recortar la sanidad pública con presupuestos insuficientes. Colapsar servicios al no sustituir bajas, no abrir camas, no reforzar Primaria. Generar listas de espera interminables, que desesperan a la ciudadanía. Justificar la entrada de la privada como única “solución” viable. Consolidar un sistema dual, donde la calidad depende del dinero y no del derecho. Lo hicieron en los 2000. Lo hacen hoy. Y lo harán mañana si nadie lo frena. El PP habla de “libertad”, pero su libertad siempre es la del que puede pagar. En su sociedad, la salud no es un derecho: es un privilegio.
Por eso es tan importante recordar que no estamos ante un hecho aislado ni ante un error humano. Estamos ante una decisión política deliberada. Decisiones que marcan la vida de un país. Decisiones que pueden costar tiempo, tranquilidad, bienestar y, en demasiados casos, vidas.
Frente a este modelo, el presidente Pedro Sánchez ha reafirmado su compromiso con una sanidad pública universal, garantizando que usará todas las herramientas del Estado de derecho para impedir que la salud sea un negocio. Para evitar que las vidas de la ciudadanía dependan de decisiones tomadas en despachos donde lo único que importa es la rentabilidad. Hoy, defender la sanidad pública no es una consigna: es un acto de justicia social. Es un acto de memoria. Es un acto de humanidad.
Porque detrás de cada recorte hay un nombre. Detrás de cada cita perdida hay una familia. Detrás de cada diagnóstico retrasado hay una historia. Y detrás de cada lista de espera interminable hay una vida que se detiene, que se angustia, que sufre.
Eso es lo que Ayuso, Moreno Bonilla y el PP parecen incapaces de ver. Eso es lo que quienes creemos en lo público no podemos permitir que se olvide. La sanidad pública no es negociable. No es una empresa. No es un mercado. Es el corazón de un país justo. Y defenderla es defender la vida de la gente.
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