Si hay algo en la sentencia al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, que es indecente, es que unos señores magistrados del Tribunal Supremo hagan elucubraciones para conseguir llevar el asunto al sitio que ellos quieren, es decir, la condena. Esto se demuestra en la parte que habla sobre el periodista de la Cadena Ser, Miguel Ángel Campos, quien en sala aseveró que no fue el fiscal general la persona que le filtró el correo del novio de Ayuso, pero el Supremo hace un encaje de bolillos absolutamente increíble, lamentable e imposible de probar para demostrar su teoría, que Campos sí habló con el fiscal general.

Me explico. La noche de autos, Campos, que como bien le explicó al Tribunal, tenía la información desde por la tarde por otra vía, y solo después llamó al fiscal general. Una llamada que hubiera realizado cualquier profesional de la información antes de publicar un tema. Se llama contrastar. El fiscal no le cogió el teléfono y saltó el buzón. 4 segundos de llamada mientras salta el buzón de voz y Campos cuelga.

Pues bien, lectores, de eso los magistrados del Supremo infieren que hubo una contubernio entre Miguel Ángel Campos y Álvaro García Ortiz para quedar en hablar por otra vía telemática. Sin embargo, como bien recuerda el propio periodista, ni durante la fase de innstrucción, ni en el juicio oral, nadie le preguntó si podía mostrar los mensaje de WhasttsApp con el fiscal general, "algo que habría hecho sin dudarlo", tal y como explica el propio Campos.

Pero volviendo a las conjeturas elevadas a categoría de prueba condenatoria...¿existen realmente esas pruebas? No. ¿Les ha importado no tenerlas? Tampoco. Se han cascado una teoría conspiranóica como la catedral de Burgos como prueba de cargo porque les ha salido de las narices. Sería gracioso si no fuera un asunto tan serio, le prometo que me han dejado a un solo párrafo más de sentencia de volverme terraplanista. Pero de gracioso nada, ya que hay que recordar que esto es el Supremo, y no cabe recurso.

Y ustedes se preguntarán ¿cómo han sido capaces de hacer semejante barbaridad? Bueno, para justificar ese despropósito que está en la página 132, primero una tiene que volver atrás, a cuando valoran el derecho constitucional al secreto profesional que tenemos los periodistas. Durante varias páginas hacen un loa al secreto profesional y lo que eso implica, pero llegados a un punto, dejan caer la bomba que luego justificará el porqué ellos asumen de la nada que sí que hablaron el periodista y el fiscal. Ojo, que el ejemplo que se inventan no tiene desperdicio.

Les copio el trozo íntegro de la sentencia porque no tiene desperdicio:

“En ciertos contextos situacionales (pondremos un ejemplo deliberadamente hiperbolizado: se difunde una información que da cuenta de un poderoso escándalo en un departamento oficial y un testigo señala haber visto poco antes de la noticia a un periodista del medio hablando con un funcionario de ese negociado) la simple contestación me acojo a mi derecho a reservar la fuente podrá constituir probablemente la confirmación de que esa era la fuente. En esa situación el derecho constitucional al secreto periodístico, carente de límites en nuestro ordenamiento en tanto no se proceda a su regulación, también cubre con su manto protector al periodista, autorizándole a otro tipo de manifestaciones, aunque no sean totalmente fieles a la realidad, si les guía la necesidad de mantener oculta su fuente, lo que acentúa sus diferencias frente a otros secretos (como el propio de parientes). Se trataría de una actuación amparada por el ejercicio legítimo de un derecho constitucional”.

Vamos, que si mañana me tomo un café con uno de esos jueces del Supremo que firman esta salvajada y, oh casualidad, anticipo un fallo donde una de las firmas es la suya…según sus propias palabras, si alguien denuncia la filtración por la misma pega de tres de sus palabras, él será mi fuente. Increíble pero cierto. Pues bien señores lectores, a esto es a lo que nos vamos a enfrentar a partir de ahora. Con esta sentencia en la mano no se va a tomar un café con nosotros ni nuestra madre, no vaya a ser que la condenen por revelación de secretos. ¿Y quién va a pagar todo esto? Siento ser yo la que se lo diga, pero lo van a pagar ustedes y su derecho a recibir una información veraz.

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