Estamos de enhorabuena. Por fin parece que la dichosa curva se aplana, que la vacunación avanza a velocidad de crucero, la incidencia acumulada desciende y la ocupación de plazas hospitalarias se desploma. Progresamos más que adecuadamente. Por eso, como no podía ser de otro modo, se acabó el estado de alarma y sus consecuencias de toque de queda y restricciones varias.

Pero, por desgracia, no podemos cantar victoria tan alegremente. No, cuando la otra pandemia, esa de la que hablaba la OMS antes de que el coronavirus pusiera esta palabra en boca de todo el mundo, ahí sigue. Y no solo eso, sino que se dispara de manera alarmante.

¿De qué estoy hablando? Quisiera pensar que todo el mundo lo sabe, pero mucho me temo que no sea así. Hablo, ni más ni menos, que del pico de asesinatos machistas que hemos sufrido en pocos días, que no hace más que confirmar los temores que albergábamos desde hace tiempo.

Pasados los primeros momentos de desconcierto, en los que se pensaba que las víctimas de violencia de género iban a llegar por miles a los juzgados durante el confinamiento, nos percatamos de que la realidad era mucho más compleja, y que el binomio encierro-maltrato no funcionaba así.

Como ese temido aumento durante el confinamiento no tuvo lugar, hubo voces que, desde la ingenuidad o desde el negacionismo, interpretaban que el problema cedía y que también esta curva se aplanaba. Craso error. Los maltratadores no hacían sino tomar impulso para lo que estamos viendo en estos días.

Como decía, la cosa no podía ser tan simple como que a más encierro más maltrato, aunque es cierto que la violencia de género se sufre en todo momento y los asesinatos solo son la punta del iceberg, las restricciones a la movilidad obraban en la base, y no en la punta. Quienes llevamos tiempo trabajando con esta otra pandemia sabemos que una de las situaciones de mayor riesgo para la vida de la mujer es cuando manifiesta su voluntad de acabar con la relación. Aquí es donde está el quid de la cuestión. Llegado un momento en que, por fin, tras las restricciones podemos empezar a hacer planes, las mujeres que hubieran demorado esa decisión y la toman, ponen su vida en peligro. Así de sencillo y así de complejo a un tiempo. Y, para algunas de ellas, mortal.

Ahora que el estado de alarma pandémico termina, ese otro estado de alerta sigue más fuerte que nunca. Y a ese no hay BOE que lo pare. No bajemos la guardia