Durante más de medio siglo, el mundo se ha movido al ritmo de la música anglosajona. Sí, también se han escuchado de otras procedencias, pero la hegemonía industrial y comercial no tiene discusión. Ahora el Brexit pone en peligro que Gran Bretaña siga exportando su talento. 

Los artistas de las Islas han lanzado la voz de alama. Todo viene motivado por la naturaleza del trabajo de los músicos. Algo mucho más prosaico que la vida de roquero. Cuando estos viajan, lo hacen para trabajar no para hacer turismo. Esto redunda en que han de someterse a la legislación laborales de cada país en el que actúan. 

No hay problema cuando la legislación es común o existen acuerdos, como hasta ahora ocurría entre Gran Bretaña y el Continente. Pero con la amenaza de una salida abrupta de la Unión Europea el próximo 29 de marzo, no se sabe qué pasará.

Sin permiso de trabajo

De la noche a la mañana, miles de músicos, técnicos y asistentes británicos pueden perder su permiso para viajar y tocar en el resto de Europa. Y al revés. Y todo esto con el horizonte puesto en la primavera y verano de giras y festivales, donde cientos de bandas británicas lucen en los carteles, de momento. 

Esta incertidumbre ya está siendo un serio revés económico para muchos músicos y, sobre todo, para las promotoras. Porque como todo el mundo sentencia en estos día sobre el Brexit, en lo que parce una parodia clásica, “nadie sabe qué va a pasar”.
De momento, la única esperanza es la misma para todo el continente (entendido políticamente. Que si no se llega a una salida pactada, se prorroguen las condiciones de libre circulación par los ciudadanos hasta que este llegue. Pero ni eso es seguro.