Probablemente Alepo sea lo más parecido al infierno que hay ahora mismo en la tierra. Edificios derrumbados, escombros, morgues colapsadas, cadáveres en las calles, personas y familias absolutamente aterradas, sin apenas abastecimiento de agua, comida o medicamentos… Una ciudad detenida, paralizada por el horror en el fuego cruzado. Desde 2012, y eso son ya cuatro años, esta ciudad, la mayor de Siria, es el escenario de las luchas entre el gobierno sirio y las milicias rebeldes. Y tras cinco meses de un asedio más intenso, el pasado noviembre, más de tres cuartas partes de la fracción donde se ubicaban los insurgentes han pasado a estar bajo control del régimen de Bashar al-Assad, en una ofensiva de las fuerzas oficiales, que, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), ha causado más de 310 víctimas civiles, incluidos 42 niños, y más de 200 combatientes rebeldes.

Falta respeto al alto al fuego

El coordinador de ayuda de emergencia de las Naciones Unidas, Stephen O'Brien, ha pedido que se respete el alto el fuego para crear un corredor humanitario al este de Aleppo, donde viven unas 275.000 personas, "antes de que se convierta en un gigantesco cementerio". Ayer, sin embargo, la violencia se recrudeció, en medio de acusaciones sobre quién rompió la tregua, si fuerzas oficiales y la insurgencia. Amnistía Internacional tiene activa una recogida de firmas para pedir a Siria y su socio Rusia acabar con este exterminio. Puedes firmar aquí.