Muchas veces pensamos que la tecnología avanza. Que siempre nos ofrece mejores productos y mejores posibilidades. Pero, ¿realmente es así? Realmente, como dice Umberto Eco en “A paso de cangrejo” no estaremos en la actualidad yendo hacia atrás. Escuchando música de peor calidad en mp3 y viendo películas en pantallas cada vez más pequeñas con nuestro móviles.

A 20.000 millones de kilómetros

Uno de los ejemplos paradigmáticos son las naves Voyager. En concreto la Voyager 1. Esta sonda espacial se construyó para estudiar los gigantes de nuestro Sistema Solar y se lanzó en 5 de septiembre de 1977. Desde entonces no ha dejado de funcionar ni un solo día. Y no es que esté precisamente aquí al lado. En la actualidad se encuentra sondeando los límites del sistema. En concreto está a más de 20.000 millones de kilómetros de la Tierra. Pero todavía muchos de sus sensores y antenas funcionan como el primer día. Aunque ya han pasado 40 años alejándose por el frío y peligroso espacio. Y sin embargo, eso no es lo más sorprendente.

Todo funcionó

La pasada semana los ingenieros de la NASA activaron dos pequeños propulsores que sirven para reorientar la nave. Dos propulsores que llevaban sin activarse casi cuatro décadas. En concreto, la última vez que fueron necesarios se remonta al 8 de noviembre de 1980, cuando reubicaron bien la sonda a su paso por Saturno. Y cuando los ingenieros pulsaron los botones de activación desde su lejano puesto de mando en California, los dos pequeños cohetes funcionaron con total normalidad. Como los community managers de la NASA se ufanaban en describir, si tú tratas de arrancar el motor de un coche después de un par de años sin encender es muy probable que te quedes con las ganas de oír el motor. Pero los sistemas de la Voyager parecen no ser de este mundo.