Construir murallas que nos separen es algo que parece dársenos muy bien a los humanos. Altos muros que dividen a las poblaciones entre unos y otros. Que impiden el paso y nos da la falsa sensación de seguridad frente a amenazas inventadas. Pero no todas las murallas son iguales ni cumplen la misma función.

Detener al Sáhara

Existe en África una muralla muy diferente. Un muro de árboles que trata de detener el que se antojaba inexorable avance del Sáhara. Se trata de una obra enorme, casi impropia de un continente con tanto problemas de infraestructuras como el africano. Y más si se tiene en cuenta que 14 países subsaharianos han tenido que ponerse de acuerdo para establecer esta barrera natural y evitar que la arena devorara su superficie. La obra ha supuesto la plantación de millones de árboles.

Especies autóctonas

En su mayoría se trata de ejemplares jóvenes de especies autóctonas como la palmera datilera del desierto, el ciruelo de Indias o las acacias. Árboles que se adaptan bien a las condiciones muchas veces extremas del terreno u que configurarán una inmensa masa arbórea que se comenzó a plantar en 2007 y que en la actualidad recorre caso 8.000 kilómetros de largo con 15 de ancho en sus zonas más frondosas. Y es ahora, diez años después, cuando se están empezando a ver los primeros resultados del muro verde. Sobre todo en Senegal, uno de los países más afectados y de los que más empeño a puesto en el proyecto. En total se han invertido más de 7.000 millones de euros en una muralla verde que tendrá una doble función. Por un lado evitar la desertificación de millones de hectáreas que mantienen a importantes comunidades africanas. Por otro, mitigar los efectos del cambio climáticos que en esa área están siendo especialmente severos.