El problema comienza cuando tratamos a los animales como humanos. El problema, evidentemente, para los animales. Cuando no respetamos sus instintos ni sus espacios. Y pensamos que sus motivaciones son iguales a las nuestras. 

292 reptiles muertos

Lo han experimentado en carne propia casi tres centenares de cocodrilos en Indonesia. 292 reptiles que fueron masacrados por la población local en un ataque colectivo de ira

Todo comenzó cuando un ganadero de la localidad de Sorong se introdujo en una granja dedicada a la cría de cocodrilos. El hombre de 48 años entró en busca de pastos con los que poder alimentar a su ganado. Pero los reptiles no están atentos a esas motivaciones. Atacaron y mataron al ganadero que, según las información, se habría colado de forma accidental. 

Palos y palas

Este accidente desencadenó la reacción furiosa en principio de los miembros de la familia del fallecido. No solo se armaron de palos y machetes si no que reclamaron la ayuda del resto de habitantes de la aldea. 

Todo el grupo irrumpió en la granja de reptiles y comenzaron la matanza de todos los animales que se encontraron a su paso. Sin atender a cuál había sido el cocodrilo culpable o si tan siquiera se puede culpabilizar a un animal, acabaron con la vida de casi trescientos ejemplares. 

Más allá del horror de acabar con la vida de semejante número de animales, está el perjuicio medioambiental generado. La granja atacada estaba especializada en la reproducción de cocodrilos en vías de extinción. Se crían en estos espacios para después ser reintroducidos en sus hábitat naturales. 

Por el contrario, los atacantes se defienden argumentando que las granjas de ese tipo, con animales peligrosos, deben establecerse lejos de núcleos poblados, dado que existen altas posibilidades de que se repitan accidentes de este tipo. Aunque los que salgan perdiendo sean casi siempre los propios animales.