Es imposible que tomemos conciencia del desastre que estamos causando. Y de sus irremediables consecuencias. Pero vamos a poner números a la extinción masiva que estamos perpetrando. Las cifras provienen de la iniciativa ecologista One Green Planet

En cuatro décadas

Y no cabe encontrar otra causa que nuestro egoísmo y nuestra mano. Porque los datos se refieren solo a los últimos cuarenta años. No cabe en términos biológicos o geológicos una pérdida de biodiversidad así si no es por un gran cataclismo: en este caso, el gran cataclismo son los humamos.

En solo cuatro décadas hemos acabado con el 95% de las tortugas laúd. Es un buen dato, como indicativo, pues muestra que ni tan siquiera en medio del océano los animales están a salvo. La contaminación, nuestros barcos de pesca y los cazadores llegan a todos los rincones. 

De hecho, la lista de especies marinas severamente afectadas es larga. Solo quedan en libertad 7.400 delfines de cabeza blanca. Es decir, su población ha caído un 75% en solo treinta años. Pero mucho peor es la situación del rorcual del norte, una especie de cetáceo que puede alcanzar los veinte metros de largo. Solo quedan 47 ejemplares. A ese ritmo de descenso, habrá desaparecido completamente en menos de diez años. 

En tierra

Evidentemente, los animales terrestres no están más seguros. Las poblaciones de grandes mamíferos han sufrido un descenso radical motivado por la presión humana en sus múltiples formas, desde la pura caza a la alteración de sus hábitat. Solo hay 100.000 elefantes de la jungla en estado salvaje, encerrados en reservas cada vez más pequeñas. En poco más de una década su número ha caído en un 60%. Y el gran león africano solo cuenta con 17.000 ejemplares. Solo en Ghana, su población ha bajado un 90%.

Los expertos se preguntan si no será demasiado tarde para estas especies. Su escaso número puede condenarles a la desaparición aunque tratemos de protegerlos.