Solo hay una manera de evitar 1984. La forma de que la tecnología no se convierta en una herramienta de control de la población. De que se acabe la intimidad o el anonimato. La forma de pararlo es legislar. Y hacerlo de manera adecuada, claro.

Parece que la cosa empieza a moverse. Los autoridades de San Francisco en Estados Unidos han anunciado su intención de regular los programas de reconocimiento facial y cómo son empleados por las empresas. Sobre todo aquellos sistemas que captan la imagen de la gente sin su consentimiento, cuando pasan por espacios públicos, pero también privados (comercios, oficinas…).

A simple vista uno puede imaginar que este tipo de sistema implantado en las calles aumentaría la seguridad. Ningún malhechor podría escapar de las cámaras capaces de identificarle a kilómetros. Sin embargo, muchos piensan que, como toda tecnología, también puede hacerse un mal uso de estos softwares. 
 

No en la calle

Por eso, los mandatarios de la ciudad californiana quieren controlar esta innovación antes de que esté tan generalizada que sea imposible de detener. Por ejemplo, piensan prohibir que las cámaras de vigilancia que captan imágenes de la calle puedan identificar a los ciudadanos. O que esa identificación sirva para nada más que facilitar el acceso a un espacio. 

Pero no es solo lo que pasa antes de que la cámara capte la imagen. También quieren regular qué se hace después con esos datos. Tratar de eliminar la posibilidad de que encadenando unas cámaras con otras, puedan seguirse los pasos de cada ciudadano desde que sale a la calle hasta que vuelve a casa. Y que todos esos datos acaben en organizaciones o compañías que quitan comerciar con ellos o aprovecharse de la información de forma nociva. 

Sería en definitiva, un sistema legal que vaya más lejos del vigente en Texas, dónde las personas han de dar su consentimiento explícito para ser captadas por sistemas de reconocimiento facial, pero no van más allá en la aplicación de los datos obtenidos.