En los últimos compases de la Guerra Civil, el avance franquista en Cataluña provocó entre enero y febrero de 1939 la huida de unas 500.000 personas hacia Francia, un éxodo conocido como la “Retirada”.
La Francia de la III República no respondió con hospitalidad: aplicando la legislación migratoria de 1938 del gobierno Daladier, optó por internar a los refugiados en campos improvisados en el sur del país. Los testimonios de quienes pasaron por estos recintos los describen unánimemente como “campos de concentración”, término que también empleó la propia administración francesa.
El informe Valière cifró en 440.000 los exiliados republicanos llegados al Midi: 170.000 mujeres, niños y ancianos; 220.000 militares; 40.000 inválidos y 10.000 heridos. Estos espacios de internamiento que acogieron al exilio republicano de 1939 fueron, para muchos, el preludio inmediato de los campos nazis.
Para aportar luz sobre cómo se vivió aquella "Retirada", el estado de los campos y las condiciones en las que tuvieron que vivir los refugiados españoles que emigraron a Francia, ElPlural.com ha entrevistado a Juan Luis Valenzuela Simón, redactor de esta casa especializado en noticias sobre memoria democrática y autor del libro 'La factura de la democracia'. De la guerra civil y la represión de la dictadura al franquismo sociológico actual en Andalucía' (Punto Rojo Libros).

P: ¿Cuál fue la dimensión real de lo que sucedió en los campos de refugiados franceses?
R: Fue una “Retirada” cruel, huyendo de la represión, de las bombas, de la miseria. Andando, cruzando los Pirineos gélidos, con hambre y desfallecidos, familias enteras sufrieron una huida atroz. Fue un éxodo masivo, como tantos en la historia, huyendo de la barbarie, en este caso fascista. Fueron, según datos contrastados y documentados, cerca de medio millón de españoles (niños, mujeres, mayores, enfermos…) que escapaban de las represalias del bando ganador de la Guerra Civil española. Algunos murieron en esa retirada, otros cayeron enfermos y la mayoría, tras cruzar lo que se entendía que era una frontera hacia un país hermano, dieron con sus escuálidos cuerpos y huesos, en la arena fría y húmeda de campos de refugiados –eufemismo, en mi opinión- de burdos campos de concentración. Un detalle, el término de campos de concentración es que utilizaba la documentación administrativa del propio Gobierno francés.
P: Usted conoce bien la zona.
R: Conozco bien la zona, pues he visitado en numerosas ocasiones Argèles-sur-Mer, Saint Cyprien y Le Barcarès, en el departamento de Pirineos Orientales. La sensación cuando vas por esos antiguos campos de internamiento es lúgubre y te apena mucho el sufrimiento que se infligió a gente que huía del terror: frío, hambre, miseria, enfermedades por falta de medidas higiénicas e incluso malos tratos de los guardias africanos. Y mucha pena porque eso ocurriera en Francia, un país sin dictadura y que sucumbió a presiones internas de una parte de la ciudadanía que no quiso ser solidaria. Y otras presiones políticas nacionales del miedo, injustificado, al comunismo, al que confundían con una masa humana, simplemente atemorizada. Un Gobierno de un Daladier hipócrita, cobarde e insolidario, creador de los primeros campos de internamiento para refugiados españoles. Fueron una especie de augurio perverso de lo que fueron luego los terribles y sanguinarios campos nazis.
Recomiendo encarecidamente, como yo he hecho en varias ocasiones, visitar el Museo Memorial de Argéles, el Museu del Exili de La Jonquera y la Maternidad de Elna.

P: ¿Cómo eran las condiciones en las que vivían estos refugiados?
R: Condiciones míseras, sin higiene, sin ropa de abrigo, sin alojamiento (puras chozas barracones), mal alimentados, expuestos a la humedad tremenda de las playas y encarcelados, sin agua potable ni servicios. Fueron presos en cárceles a la intemperie, alejados de su tierra, soportando el odio de la España rebelde y en armas, la indiferencia y abandono de Francia y los malos tratos de las tropas senegalesas (entonces colonia francesa) y Saphis (tropas indígenas coloniales de la zona que actualmente es Argelia), que eran los “seguratas” de estos campos.
P: Según cifras del Gobierno francés, en torno a 440.000 españoles estuvieron en campos franceses. ¿Qué pasó con ellos? ¿Qué otros destinos para exiliarse fueron recurrentes para los republicanos españoles?
R: Bastante murieron a causa de la desnutrición, distintas enfermedades y en alguno casos torturados o asesinados. Para otros, casi el 50 %, la salida fue la repatriación a España. Algunos fueron detenidos al regresar -la paz y el perdón de Franco fue una más de sus mentiras- y otros se integraron en una España pobre y de hambruna que el dictador provocó por la guerra civil.
Una parte importante optó por la emigración a otros países, especialmente a Iberoamérica, destacando el generoso México o Argentina, entre otros.
Hubo quien decidió quedarse en Francia alistándose en la Legión Extranjera o bien se integraron en las Compañías de Trabajadores Extranjeros o en los Batallones de Marcha. Fueron muchos los que eligieron quedarse en esa Francia que no les ayudó. También los que se quedaron en el país galo, lucharon contra su segundo franquismo, el nazismo de Hitler. Después, crearon una nueva vida y nuevas familias en Francia. Fallecieron fuera de su patria.

¿Eres capaz de descubrir la palabra de la memoria escondida en el pasatiempo de hoy?