En El Telescopio nos hemos propuesto informar sobre el impacto que el COVID-19 y situaciones relacionadas con él, como el confinamiento, están teniendo en la vida de las mujeres y niñas. En las distintas entregas, analizamos la violencia ejercida contra ellas, su trabajo, su salud, su economía y, en general, los aspectos más relevantes de su vida. Hoy, nos centramos en los efectos sobre las jóvenes y niñas.

“Las mujeres jóvenes y las personas indígenas, migrantes y refugiadas sufren unos efectos sanitarios y socioeconómicos agravados y un mayor riesgo de convertirse en víctimas de la violencia de género debido a las restricciones de movimiento, la discriminación y demás causas”, afirman desde Naciones Unidas.

El cierre de colegios puede generar mayores desigualdades

Desigualdades

Pero no solo eso. El impacto derivado del parón educativo provocado por el COVID-19 podría tener como consecuencia el agravamiento de las desigualdades. A finales de marzo de 2020, la UNESCO calculó que el 89 por ciento de la población estudiantil del mundo dejó de asistir a los colegios o las universidades debido a los cierres provocados por la pandemia, “lo que ha obligado cursar los estudios en línea y ha dejado a una gran parte de la población en una enorme desventaja por vivir en entornos sin internet o con pocos recursos tecnológicos”.

Las más afectadas son las jóvenes y niñas. “Existen más probabilidades de que se saque primero del colegio a las mujeres jóvenes y niñas que viven en situación de pobreza, con discapacidad o en lugares rurales aislados para compensar la creciente cantidad de trabajo doméstico y de cuidados en el hogar”.

Existen más probabilidades de que se saque primero del colegio a las mujeres jóvenes y niñas

Agravamiento

La crisis generada por el COVID-19 supone el agravamiento de otras lacras: “Asimismo, son más susceptibles al matrimonio infantil y demás formas de violencia debido a que las familias buscan maneras de mitigar las cargas económicas”, señala la ONU.

A largo plazo, “el desempleo también afectará más gravemente a las personas jóvenes: tras la recesión económica de 2008, las tasas de desempleo juvenil fueron significativamente más altas en muchos lugares en comparación con los promedios generales y es probable que la reciente expansión de la economía bajo demanda aumente esta desigualdad”.

Esta situación supone un agravamiento de la ya existente: “Antes de que comenzara la pandemia, ya existía una tendencia al alza del número de personas jóvenes sin empleo, educación o formación (NEET, por sus siglas en inglés). De los 267 millones de jóvenes clasificados mundialmente como NEET (personas que no trabajan, estudian ni reciben capacitación), dos tercios (o 181 millones) son mujeres jóvenes”.

Según Naciones Unidas, el panorama es aún más desolador para las mujeres de entre 16 y 19 años

Panorama desolador

Según Naciones Unidas, “el panorama es aún más desolador para las mujeres y los hombres jóvenes de entre 16 y 19 años, cuya tasa de desempleo pasó del 11,5% en febrero al 32,2% en abril”.

También son más vulnerables en términos de salud. Como ya explicamos en la entrega de este especial dedicada a la salud, “las mujeres y las niñas, las cuales ya sufrían antes de la crisis las consecuencias en términos de seguridad y salud de una gestión de su salud reproductiva y sexual e higiene menstrual que no les facilitaba el acceso a agua limpia y baños privados, corren un especial peligro”, según la ONU.

Más de la mitad de la población en situación de extrema pobreza —un total de 689,4 millones de personas- son mujeres y niñas y Naciones Unidas alerta sobre el alto riesgo inminente en el que se encuentran.