Como todos los años, la inminente llegada de las vacaciones de agosto provoca el mayor desplazamiento de vehículos por nuestras carreteras. Por eso conviene repasar algunos hábitos de conducción que además de derrochadores son insostenibles.

Y es que más allá de la excelente contribución a la reducción de emisiones de CO2 que supone pasarse a un coche eléctrico o un modelo híbrido, mucho menos eficaz pero también interesante, lo cierto es que el modo de conducir nuestro vehículo, también puede generar un importante ahorro de combustible y emisiones.

Además de atender a las características del vehículo (antigüedad, estado de conservación y mantenimiento adecuado) los informes de los expertos concluyen que el estilo de conducción resulta tan determinante o más a la hora de calcular los niveles de consumo de carburante y las emisiones de gases contaminantes que genera el automóvil.

Un aspecto que resulta mucho más importante de lo que la mayoría de los conductores nos imaginamos, ya que aproximadamente el 40 % de las emisiones de gases con efecto invernadero, responsables del cambio climático, están asociadas al tránsito de vehículos a motor.

Entre las principales normas para practicar una conducción más sostenible y segura (a la que los expertos denominan “eco-driving”) están las de evitar dar acelerones al arrancar el vehículo, prolongar en exceso la circulación con la primera marcha o llevar al motor hasta altas revoluciones en frío. Todo ello genera un importante derroche de energía y en consecuencia un notable incremento en las emisiones contaminantes, pero es que además acorta la vida del motor y provoca el deterioro de sus principales componentes.

La forma más eficiente de conducir consiste en estirar las marchas lo máximo posible y mantener el rendimiento del motor a bajas revoluciones, de ese modo el vehículo aprovecha su propia inercia para avanzar con un menor coste energético. Según los expertos, en los motores de gasolina la máxima eficiencia de consigue cambiando de marcha cuando se han alcanzado las 2.000 o 2.500 rpm, mientras que en los diesel el cambio se debe realizar entre las 1.500 y las 2.000 rpm, evidentemente dependiendo de las características del vehículo y las condiciones de la circulación.

En autovías y autopistas, además de suponer una infracción y poner en riesgo nuestra seguridad y la del resto de vehículos, el esfuerzo mecánico del motor para superar el límite de velocidad autorizado en este tipo de vías (120 km/h) multiplica considerablemente el consumo de carburante del vehículo y acelera el desgaste de las piezas.

Tan solo con levantar un poco el pie del acelerador, hasta alcanzar una velocidad en torno a los 100 km/h, estaremos consiguiendo un ahorro del 25 % en el consumo, logrando a su vez optimizar el funcionamiento del motor y alargar la vida útil del vehículo.

Los frenazos bruscos generan la emisión de partículas contaminantes a la atmósfera. Para evitarlo es recomendable respetar en todo momento la distancia de seguridad y mantener una buena profundidad de campo, que nos permita observar varios de los vehículos que nos preceden y aminorar la marcha con la mayor antelación.

En las paradas previstas que se vayan a prolongarse más allá de unos tres o cuatro minutos y en las situaciones de atasco circulatorio que excedan ese mismo tiempo, es recomendable apagar el motor. En cambio los expertos en mecánica señalan que no es recomendable apagar el motor del coche manualmente en los semáforos, ya que el tiempo de espera no compensa la demanda de carburante que exige su encendido.

Otra cosa es que nuestro vehículo disponga del sistema “start & stop” que están incorporando la mayoría de marcas. Este mecanismo no tiene nada que ver con el encendido y apagado manual y sí que resulta eficiente: algunos modelos han alcanzado un ahorro de combustible en tramos urbanos superior al 15%.

Asimismo, la presión de las ruedas determina en buena medida su perfil contaminante. Si circulamos con los niveles adecuados reduciremos el desgaste ahorrando hasta un 20 % de carburante.

Respetar las normas de circulación, practicar una conducción responsable y segura y hacer un mantenimiento adecuado del coche no solo contribuye a aumentar nuestra seguridad y la de los otros, sino que alarga la vida del vehículo y contribuye de manera importante a evitar los peores pronósticos del cambio climático.