El debate sobre cuánto gana un futbolista en 2025 ya no se limita a comparar grandes clubes europeos. La irrupción de Arabia Saudí ha alterado por completo el mapa salarial del fútbol mundial, hasta el punto de que cualquier comparación tradicional queda desbordada. Pocos ejemplos ilustran mejor este nuevo escenario que el contraste entre Karim Benzema, Balón de Oro y estrella del Al Ittihad, y Harry Kane, máximo goleador y referente del Bayern Múnich.

Ambos son delanteros de élite, ambos compiten al máximo nivel dentro de sus respectivas ligas y ambos representan proyectos deportivos ambiciosos. Sin embargo, la diferencia entre sus salarios no responde a rendimiento, títulos o impacto mediático, sino a dos modelos económicos radicalmente opuestos. Uno, el europeo, cada vez más regulado y vigilado. El otro, el saudí, completamente desatado y ajeno a cualquier referencia de mercado previa.

Arabia Saudí, sin límites

Desde su llegada a Arabia Saudí en el verano de 2023, Karim Benzema se convirtió en uno de los símbolos del desembarco masivo de estrellas en la Saudi Pro League. El francés dejó el Real Madrid tras cerrar una etapa histórica, con cinco Champions League y un Balón de Oro bajo el brazo, para asumir un rol que va mucho más allá del terreno de juego: rostro global de un proyecto político, económico y deportivo.

En el Al Ittihad, Benzema no solo es el líder del equipo, sino también uno de los futbolistas mejor pagados de la historia. Su sueldo neto alcanza los 100 millones de euros por temporada, una cifra que, incluso dentro del fútbol de élite, resulta difícil de asimilar. Traducido a términos brutos, el contrato se dispara aún más, aunque en Arabia la fiscalidad convierte estas cifras en una auténtica anomalía frente a Europa.

Este tipo de contratos están totalmente fuera de mercado. No guardan relación con ingresos por televisión, asistencia a estadios o patrocinios tradicionales. Responden a una estrategia de Estado, financiada por el fondo soberano saudí, que utiliza el fútbol como herramienta de posicionamiento global. En ese contexto, el sueldo de Benzema no es una excepción, sino parte de una política deliberada de gasto sin precedentes.

Un salario más contenido

En el extremo opuesto aparece Harry Kane, delantero del Bayern Múnich y una de las figuras más respetadas del fútbol europeo. Tras años brillando en el Tottenham, el capitán de Inglaterra dio el salto a Alemania para competir por títulos y consolidarse como uno de los grandes goleadores de su generación.

En el Bayern, Kane percibe 25 millones de euros brutos anuales, una cifra elevadísima dentro de la Bundesliga y acorde a su estatus como estrella del campeonato. Su contrato lo sitúa entre los futbolistas mejor pagados de Europa, pero también refleja una estructura salarial cuidadosamente controlada, incluso en uno de los clubes más poderosos del continente.

El salario de Kane responde a una lógica clásica: rendimiento, liderazgo, impacto deportivo y retorno comercial. No hay excesos desproporcionados ni cifras infladas artificialmente. El Bayern mantiene una política salarial estricta, en la que incluso sus grandes estrellas se mueven dentro de márgenes definidos.

La comparación entre ambos contratos resulta reveladora cuando se desciende al detalle. Mientras Benzema ingresa una cantidad que supera ampliamente los 8 millones de euros netos al mes, Kane se mueve en torno a los 2 millones mensuales en bruto. A nivel semanal, la diferencia es todavía más impactante: el francés gana en siete días lo que muchos futbolistas europeos no perciben en varios meses de competición.

Europa no puede competir

Este contraste ha alimentado uno de los grandes debates actuales: ¿hasta qué punto sigue siendo comparable el fútbol europeo con el saudí? En términos salariales, la respuesta es clara. Arabia Saudí ha creado una burbuja propia, desconectada del resto del ecosistema futbolístico, donde los contratos ya no se miden en función del mercado, sino de objetivos estratégicos a largo plazo.

Más allá del sueldo base, ambos jugadores cuentan con importantes ingresos complementarios. La fortuna de Karim Benzema se ha visto impulsada no solo por su salario, sino también por acuerdos publicitarios, derechos de imagen y ventajas fiscales difíciles de replicar en Europa. Su estilo de vida en Arabia incluye mansiones, seguridad privada y un entorno diseñado para atraer a grandes figuras internacionales.

Harry Kane, por su parte, mantiene un perfil más clásico. Patrocinios globales, inversiones inmobiliarias en Reino Unido y una imagen pública asociada a estabilidad y profesionalismo. Su fortuna crece de forma sostenida, aunque sin los saltos descomunales que permite el modelo saudí.

Este escenario refleja dos realidades que conviven, pero no compiten en igualdad de condiciones. El contrato de Benzema simboliza el poder económico sin límites de Arabia Saudí, capaz de ofrecer cifras que ningún club europeo puede ni quiere igualar. El sueldo de Kane, en cambio, representa el techo salarial razonable dentro de un fútbol que intenta ser sostenible, incluso cuando mueve miles de millones.

En el contexto de los futbolistas mejor pagados de 2025, ambos nombres aparecen por motivos muy distintos. Benzema encabeza rankings por puro volumen económico. Kane lo hace por rendimiento, regularidad y valor deportivo. Dos caminos, dos filosofías y una conclusión evidente: el fútbol ya no se mide con una sola vara.

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