Puede ser por el nombre, pero Brujas fue la ciudad en la que ‘nació’ el mayor de los magos del fútbol español. El 29 de octubre de 2002, un joven canterano del FC Barcelona ocupó el centro del campo culé por primera vez, y lo hizo jugando el partido entero. El Barça tan solo ha jugado en dos ocasiones en el estadio Jan Breydel, suficientes para sacar a la palestra a una de sus más grandes leyendas: Andrés Iniesta. Aquella noche de otoño, el conjunto dirigido por Louis va Gaal se impuso al equipo belga gracias a un gol de Riquelme, pero el verdadero hallazgo del encuentro fue el de ese chico silencioso de Fuentealbilla que, con apenas 18 años, demostraba una madurez impropia de su edad.

Según el propio Iniesta recuerda en una entrevista para La Vanguardia, Van Gaal, le “transmitió que jugase como sabía, que hiciese lo de siempre, como si estuviese jugando con el Barça B y que todo iría bien. La tranquilidad que me dio el míster fue importante, quería que fuese yo mismo sobre todo y que no tuviese ninguna ­duda de que lo haría bien”. Además, remarcó la ilusión que mantuvo el día de su debut: “El debut certificó los años que había pasado en la Masia, con tanto sacrificio, pero también mucha ilusión. Para mí el cambio fue brutal. Me sentía un afortunado cada día que iba a entrenar por la tarde. Cuando me ponía la sudadera del Barça yo era el más feliz del mundo. Debutar le da sentido a lo que tú perseguías y creías, a irte con 12 años a la Masia”.

Aquel debut europeo fue el primer capítulo de una historia que marcaría una era. Iniesta pasó de promesa a símbolo, del filial azulgrana a convertirse en el motor de uno de los mejores equipos de la historia. En su juego convivían la pausa y la inspiración, el sentido táctico y la improvisación poética. En Brujas se presentó como un mediocentro tímido; en Roma, Londres o Johannesburgo acabaría consolidando su condición de genio universal.

Durante más de quince temporadas, Iniesta vistió la camiseta del FC Barcelona en 674 ocasiones, conquistando 32 títulos y dejando imágenes imborrables: su gol en Stamford Bridge, su exhibición en la final de Berlín o su eterno tanto en el Mundial de Sudáfrica, con el “Dani Jarque, siempre con nosotros” que traspasó fronteras. El niño que debutó en el Jan Breydel se convirtió en el jugador que mejor sintetizó la esencia del fútbol de toque, aquel que aprendió en La Masia y perfeccionó al lado de Xavi, Messi y Busquets.

Más allá de los números, el legado de Iniesta se mide en emociones. Su forma de entender el juego fue una reivindicación del talento humilde, de la inteligencia sobre la fuerza, del gesto justo antes que del golpe. En cada control, en cada pase o en cada desmarque, el manchego ofrecía una lección de sensibilidad futbolística. Ya retirado, es indudable que la huella que dejó Iniesta en el fútbol mundial es imborrable, la huella de ese mago que debutó una noche de Brujas.

Un partido trampa

El Barça regresa a Brujas más de 20 años desde que ambos clubes se vieran las caras por última vez. Un encuentro que, en Champions, tan solo tiene el precedente del día en el que debutó Andrés Iniesta. El equipo dirigido por Hansi Flick se encuentra en una posición relativamente cómoda en la tabla, con dos victorias y la derrota sufrida a manos del PSG. Sin embargo, salvo la visita que aún tiene que hacer a Stamford Bridge para medirse al Chelsea, los culés tienen un calendario “amable” con el que no pasar demasiados apuros para avanzar a la siguiente ronda.

Cierto es que los blaugranas no se encuentran en su mejor momento de juego, con numerosas bajas importantes por lesión como la de Pedri, Raphinha o Joan García, jugadores que acaban de atravesar un periodo de baja como Lewandowski o Dani Olmo y, además, con Lamine Yamal entre algodones por su pubalgia. Aún así, si se entran a comparar ambas plantillas, la superioridad culé hace gala línea por línea.

Este miércoles, a partir de las 21:00, el FC Barcelona tendrá que poner en práctica esa superioridad para lograr un positivo 9/12 que le aúpe en la parte alta de la clasificación. Un partido trampa en un estadio complicado pero, quién sabe, quizás el Jan Breydel tenga la oportunidad de presenciar de nuevo la irrupción de una nueva estrella.

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