Mucho antes de que existieran los modelos actuales, Alan Turing y Norbert Wiener ya habían trazado en los años cuarenta dos vías opuestas para entender la inteligencia artificial. Ese desacuerdo fundacional sigue hoy en día en el centro del debate. Turing imaginó máquinas capaces de imitar y superar a la mente humana, una visión que ha guiado a buena parte de la industria hacia la automatización y la sustitución del trabajo. Wiener, en cambio, defendía herramientas que complementaran a las personas, ampliando sus capacidades en lugar de reemplazarlas.
El camino de la automatización pura no es el adecuado
Para el Premio Nobel de Economía 2424, Daron Acemoglu (Estambul, Turquía, 1967), "el camino de la automatización pura no es el adecuado". Así lo expuso durante la conferencia magistral con la que se cerró la segunda edición del foro internacional Vigo Global Summit. un encuentro organizado por el Consorcio Zona Franca de Vigo con la vocación de reflexionar sobre los grandes retos a los que nos enfrentamos en un mundo cada vez más globalizado. En esta segunda edición han participado una veintena de referentes de talla mundial entre los que destacan dos premios Nobel, Acemoglu y Dimitri Muratov (Premio Nobel de la Paz 2021), la campeona olímpica de Bádmington Carolina Marín y el expresidente de la Comisión Europea José Manuel Durao Barroso.
“La IA a favor de las personas trabajadoras es factible, pero requiere una orientación clara en la investigación y en las políticas públicas”, defendió Acemoglu en su conferencia magistral 'El progreso en un punto de inflexión: tecnología, poder y los desafíos globales'. Su discurso estuvo centrada en los efectos reales de la IA sobre la productividad, las pymes y la cohesión social.
Acemoglu arrancó recordando que Galicia —y buena parte de Europa— dependen de un tejido económico basado en pequeñas y medianas empresas que, según advirtió, están menos preparadas para absorber las nuevas tecnologías. Estas pequeñas empresas, dijo, son esenciales para el crecimiento, pero señaló que a la hora de introducir nuevas tecnologías son más lentas, provocando “una enorme brecha entre las grandes corporaciones y las pequeñas”, especialmente en ámbitos como la computación en la nube o la robótica. Esa brecha, dijo, “va a ralentizar la expansión de la IA”.
El futuro que viene
El economista situó el avance tecnológico en un contexto global marcado por varias tensiones: un estancamiento prolongado de la productividad, economías de servicios difíciles de automatizar y un envejecimiento poblacional acelerado. “El mundo está envejeciendo rápidamente, la población mundial se va a estabilizar en unos 20 años […] Será un cambio enorme en la naturaleza y las habilidades de la fuerza laboral”, explicó.
A pesar del entusiasmo que rodea al sector tecnológico, Acemoglu rebajó las expectativas sobre un crecimiento explosivo impulsado por la IA. Recordó que muchas predicciones hablan de incrementos anuales del PIB muy elevados (un 5%, por ejemplo, en EEUU), pero las consideró poco realistas. Añadió que “la productividad aumentará con la IA de manera más lenta y será mucho más dolorosa de lo que se había imaginado” y señaló que en estos momentos de transición y ajustes, puede acabar ampliando las desigualdades sociales y alimentando fenómenos como el auge de los populismos de extrema derecha.
Frente a las propuestas centradas exclusivamente en la automatización, Acemoglu defendió un modelo alternativo de desarrollo tecnológico. Rechazó la visión que busca únicamente sustituir al trabajador y planteó que la IA debe orientarse a reforzar las capacidades humanas, "una intelegencia artificial pro-trabajador". “La automatización pura no es el camino. Si cada trabajador mejora su rendimiento un 40%, el crecimiento será más sostenible que si solo automatizamos, adaptándose a un entorno cambiante”, sostuvo.
Acemoglu denunció que el sector tecnológico está dominado por apenas seis grandes empresas que absorven a sus competidores y limitan así la innovación. Instó a "adoptar una postura proactiva en regulaciones y políticas", que tenga en cuenta a la sociedad civil, defendió. Con este modelo, defendió, se evitarían desigualdades, se crearían nuevos mercados y las pymes podrían adaptarse mejor a un mundo cambiante. "Necesitamos una regulación que garantice que esta tecnología avance en la dirección correcta. Los datos no pueden ser gratuitos ni quedar solo en manos de unos pocos", concluyó.
Hacia una economía digital
La segunda jornada del congreso, dedicada a la 'Economía digital: inteligencia artificial, datos y el futuro del trabajo', comenzó con la intervención de Emma Gómez, directora general de APD España. Gómez pidió a Europa reaccionar ante la creciente distancia tecnológica respecto a Estados Unidos y China, señalando la necesidad de reforzar su modelo propio basado en valores democráticos, regulación equilibrada y desarrollo industrial. "De las 20 empresas más valiosas del mundo, ninguna es europea y entre las 100 primeras sólo hay 17 procedentes de países de Europa, de las que sólo una es española", dijo.

La catedrática de Inteligencia Artificial Amparo Alonso centró su exposición en el impacto transversal de la IA en empleo, geopolítica y economía. Subrayó que se están creando nuevos perfiles altamente especializados —como expertos en ciberseguridad o científicos de datos—, pero también serán necesarios profesionales de campos humanísticos para afrontar los dilemas éticos y sociales asociados. Alonso defendió que Europa debe liderar un modelo basado en las tres “S”:
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una IA sostenible,
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con sentido (útil y orientada al bienestar),
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y con soberanía tecnológica.
Por su parte, Antón Costas, presidente del Consejo Económico y Social. Costas coincidió en que la clave está en desarrollar aplicaciones tecnológicas que amplíen capacidades humanas, no que las anulen. Alertó contra un enfoque fatalista hacia el empleo y defendió que el reto es garantizar que la innovación genere prosperidad compartida.

El debate se completó con la participación institucional del delegado del Estado de Zona Franca de Vigo, David Regades, que destacó la calidad de los ponentes y la consolidación del Vigo Global Summit como espacio de referencia, y del alcalde vigués Abel Caballero, que cerró el encuentro con un guiño tecnológico: “Le he preguntado a la IA de mi móvil cómo podría cerrar este congreso y ha sido muy clara: nos vemos aquí, de nuevo, en dos años y os esperamos a todos”.