La tan esperada comparecencia de Emmanuel Macron no ha conseguido la máxima que perseguía, que no es otra que apaciguar la agravada tensión social que se plasma en las calles galas como respuesta a su polémica reforma de las pensiones. El presidente francés ha reconocido el conflicto y ha llamado a la unidad, a lo que el amplio tejido social ha respondido con concentraciones y manifestaciones improvisadas, todas ellas con una banda sonora común generada por el choque de cacerolas. La elevación de la edad de jubilación de los 62 a los 64 años y la exigencia de más años cotizados para percibir la cuantía completa no gusta al groso de la sociedad francesa y la comparecencia institucional no ha conseguido cambiar esto.

“Los cambios adoptados de acuerdo con nuestra Constitución eran necesarios para garantizar la jubilación de todo y producir más riqueza para nuestra nación”, ha defendido Macron esta madrugada, a pesar de que más de un 70% de los franceses se posicionan en contra de la reforma y un 90% reconocía en los instantes previos a la comparecencia que lo que pudiese decir el máximo mandatario galo no modificaría nada. "Los cambios previstos por la reforma de las pensiones entrarán en vigor gradualmente a partir del otoño", ha explicado en un mensaje dirigido a la nación en el que ha defendido la medida, asegurando entender el enfado.

“Ante toda esta rabia que muchos franceses han expresado manifestándose, y que la gran mayoría lo han hecho de manera respetuosa, nadie y menos yo puede permanecer sordo a esta demanda de justicia social y de renovación de nuestra vida democrática”, ha trasladado. Como solución, el líder de la República ha tendido la mano a los sindicatos para intentar construir puentes, eso sí, sin que haya posibilidad de variar el texto de las pensiones, ya refrendado por el Tribuna Constitucional. “No se ha podido encontrar un consenso”, ha lamentado, dando un margen de 100 días para recuperar la “paz, unidad, ambición y acción al servicio de Francia”.

Alcanzar un “nuevo pacto de la vida en el trabajo” para “mejorar los ingresos de los asalariados, hacer progresar las carreras, compartir mejor la riqueza, mejorar las condiciones laborales, encontrar soluciones a la usura profesional y hacer crecer el empleo de los seniors y ayudar al reciclaje profesional”, es lo que ha ofrecido Macron a las organizaciones sindicales. Sin embargo, estas echan en falta algo para “los trabajadores que tendrán que trabajar dos años más”, ha apuntado Laurent Berger, secretario general del CFDT, en una televisión francesa.

La lucha continúa”, ha advertido Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa, principal partido de la oposición en la Asamblea Nacional. “El mundo entero debe saber que el pueblo de Francia no permitirá que su monarca le robe dos años de libertad”, ha zanjado la máxima autoridad de la agrupación de izquierdas. Sobre el actual presidente se ha limitado a señalar que se encuentra “completamente fuera de la realidad”, razón por la que “las cacerolas suenan más justas”. Justas o no, lo cierto es que en la noche del lunes los utensilios de cocina retumbaron en las calles de las principales ciudades, lo que detonó nuevos momentos de tensión y duras actuaciones de la gendarmería francesa.

Principales polémicas de la reforma

La reforma ha sido polémica desde el inicio de su negociación, por su contenido, y la forma de aprobarla, a través del artículo 49.3 y sin someterse a una votación parlamentaria, ha arrojado más leña el fuego. No obstante, el verdadero enfado lo han provocado dos aspectos que merman los derechos de los franceses: el aumento de la edad de jubilación y de la cantidad de años trabajados para percibir la totalidad de la prestación.

Con la modificación, la edad de jubilación queda desplazada desde los 62 hasta los 64 años y el periodo de cotización exigido para percibir la cuantía de la pensión completa se dispara. En lo que respecta a esta segunda cuestión, el Ejecutivo francés ha establecido que a partir de 2030 habrá que contar con 43 años para disfrutar de la totalidad de la jubilación.

No le ha temblado el pulso, en ningún momento, al presidente que, además, ha recibido el visto bueno del Constitucional. Así lo comunicó el pasado viernes el Tribunal, rechazando la iniciativa propuesta por la oposición, que exigía un referéndum popular para abordar la situación. El presidente se mantiene enrocado, con el visto bueno de la Justicia gala, pero con unas calles que no tienen la intención de transigir, apoyadas por la oposición y dispuestas a mantener tensas jornadas a la francesa.