Muchos no saben que en el Banco Central Europeo no todos los países mandan por igual. El Consejo de Gobierno es el principal órgano y los países del euro están divididos en grupos en función del tamaño de sus economías y de su sector financiero. Los gobernadores de los países más grandes (Alemania, Francia, Italia, España y Holanda), compartirán cuatro votos.  El resto (14 países) se reparten 11 votos.

El italiano Mario Draghi llegó en 2011 y demostró una valentía enfrentándose a los halcones alemanes siempre dispuestos a mantener una posición ortodoxa que limitase las inyecciones de liquidez y la compra de deuda y bonos de empresas. Las luchas internas fueron a cara de perro. Sin embargo, Draghi supo imponerse y logró salvar al euro con la crisis griega y el deseo de no pocos economistas de crear dos euros distintos: el de los países de la Europa central y rica, y el de los países más pobres del Sur del continente. Una revolución financiera de Draghi que siempre tropezó con la posibilidad de crear Eurobonos sin distinciones de la deuda por países. Alemania por ahí no pasó.  

Cierto es que este experimento de dar a la máquina de hacer billetes y de comprar deuda y bonos empresariales preocupa a muchos. Estamos con tipos negativos y un mercado de bonos inflado con la mayor de las burbujas… pero eso es otro cantar. Draghi salvó el euro y sacó de la recesión económica a las economías con su política monetaria. Una política especialmente beneficiosa para los países más endeudados y desequilibrados como Italia, España, Portugal o Grecia.

Y este próximo viernes toma el testigo la parisina Christine Lagarde al frente del BCE. Una nueva incógnita para los mercados que son conscientes de que Draghi ha gastado casi toda la artillería a su disposición. Él se fue diciendo que cuidado con los populismos y también que había llegado la hora de que los países menos endeudados como Holanda o Alemania tenían que empezar a estimular la economía por la vía de las inversiones. Los tipos de interés negativos ya no aguantan más vueltas de tuerca.

El objetivo principal del BCE es mantener la estabilidad de precios, lo que supone tocar el nivel de inflación de la eurozona en el 2% y no sobrepasar este techo. Además, debe apoyar las políticas económicas generales de la Unión con el fin de contribuir a la realización de los objetivos, entre los que se incluyen el desarrollo sostenible de Europa basado en un crecimiento económico equilibrado y en la estabilidad de los precios, y una economía social de mercado altamente competitiva, tendente al pleno empleo y al progreso social.

El economista jefe de AXA Group apunta que Christine Lagarde se comprometió a realizar una revisión exhaustiva de la política monetaria del BCE, en su audiencia de confirmación ante el Parlamento Europeo. Sin embargo, Gilles Moëc, considera que, tomando como referencia las revisiones realizadas en el pasado por el BCE, incluso aunque este proceso comenzara este mismo año “El BCE siempre se ha tomado su tiempo y nos sorprendería que tomara decisiones difíciles antes de mediados de 2020”.

Lagarde heredará un banco central que “bajo Draghi ya ha usado todo su arsenal”, lo que provoca un escenario en el que “el BCE podría afrontar un problema de credibilidad si el próximo verano, una vez completada la revisión, la inflación no converge hacia su objetivo del 2%”, dice Moëc.  Además, la decisión crucial son los límites técnicos de la Quantitative Easing (QE) que consiste en generar moneda y ponerla en circulación.

Lagarde al contrario que Draghi se enfrenta a un entorno económico menos complejo –pese a la desaceleración actual- que la crisis del euro, pero le llega el momento de las soluciones y de poner fin a tanta excepcionalidad. Deberá manejar bien los tiempos en unos mercados financieros muy sensibles y que han sido intencionadamente dopados por el BCE durante casi una década.