Euforia en las Bolsas cuando el Ibex 35 se vuelve a poner frente a los 8.000 puntos. Todos contentos. Esperadas sinergias con ahorros de costes de millones de euros y algunos pagos también importantes para poner fin a acuerdos estratégicos con aseguradoras, por ejemplo. Volvemos a ser pioneros en el sector bancario por tercera vez en Europa.

Con el Banco Popular nos adelantamos a todos (aún no ha habido ningún otro caso en la UE) en probar el nuevo mecanismo de intervención de la Unión Bancaria con el resultado de pérdida de todo el dinero de accionistas, y los bonistas más comprometidos.  Previamente, con la crisis de 2007, cerramos casi cuarenta cajas de ahorros con un coste brutal, tamaño rescate de Bruselas, mientras esta fórmula sigue funcionando en otros países de nuestro entorno (dicen que algunas con problemas). Y ahora somos pioneros en la fusión de entidades financieras, mientras en Europa apenas se ha conocido una pequeña operación en Italia.

Aquí vamos a la busca de crear gigantes que, ya se sabe, disminuirán las posibilidades de elección y seguramente la competencia. En España ya tenemos tres grupos enfocados hacia la fusión: Caixabank/Bankia, BBVA/Sabadell y Unicaja/Liberbank. En todos los casos, el primer banco llevará las riendas de la operación y muy especialmente en BBVA/Sabadell que desde el primer momento se planteó como una operación de compra, tras la venta del negocio de Estados Unidos de la entidad presidida por Carlos Torres.

Si se reflexiona un poco sobre estas operaciones, en la primera se da una salida y solución a la participación del Estado en Bankia. En el segundo, se pone fin a una situación complicada de Banco Sabadell que ha renqueado tanto en el negocio nacional como por su inversión en TSB que desde el principio tuvo a los hados informáticos en su contra. La tercera, aún en estudio y negociación, es una simple operación defensiva ante los gigantes que se están creando a su alrededor. Como decía un experto, frente a las fusiones de décadas pasadas que tenían un objetivo expansivo, en estas priman los factores defensivos: ahorrar costes y elevar la rentabilidad de unas entidades machacadas por los bajos tipos de interés y también por la gestión de sus responsables.

Y el carácter defensivo también se aprecia en algunos jefes de estas fusiones que piden mantener su sillón aunque sea honorífico. La pérdida de valor del sector bancario que ha afectado al conjunto de la banca europea se ha hecho especialmente dramática en el caso español. Si comparamos las actuales valoraciones en Bolsa con las de hace 20 años los datos son realmente ridículos.

El ejercicio de ver las estrategias internacionales y el precio que se pagó por el desembarco en esos países en relación al rendimiento obtenido y a su venta realizada o potencial, pone de manifiesto una equivocación recurrente de las cúpulas bancarias. Algunos ya se marcharon como el caso de Francisco González, al frente del BBVA, pero otros siguen activos y solicitando su puesto en los nuevos bancos fusionados.

Falta realmente una exigencia por parte de los inversores –grandes y pequeños- a estos gestores que han provocado una gigantesca pérdida de valor a sus verdaderos dueños, los accionistas. En esta sociedad y economías disruptivas se siguen perpetuando modelos muy añejos sobre los privilegios de los gestores. Los hubo, acuérdense de las cajas, que se marchaban de las entidades en quiebra, repartiéndose bonus millonarios que en algunas ocasiones la justicia obligó a devolver. Las felices fusiones y su contagio en la bolsa de este mes de noviembre no deberían servir de parapeto para pedir responsabilidades a los que no han sabido llevar el banco a buen puerto.