No es una ideología hippy. Ni el capricho de cuatro ecologistas. Ni tan siquiera es un intento de desquiciar aún más a Donald Trump. Es la realidad pura y dura que se va imponiendo le pese a quién le pese. Porque es buena idea, porque es posible, porque es más barato y más efectivo. Las energías renovables siguen pujando fuerte, avanzando y teniendo el lugar que merecen.

Una pequeña gran diferencia

La tendencia apuntada en los últimos años ha tenido su punto álgido en 2017. El pasado año, las fuentes de energías renovables superaron por primera vez al carbón como los recursos energéticos más empleados en Europa. De momento es una pequeña diferencia, pero sin duda se trata de un gran inicio. Y sobre todo, se trata de un dato sin vuelta atrás. En 2017, las energías solar, eólica y de biomasa generaron 679 teravatios hora de energía eléctrica. El carbón creó 669 teravatios hora. Como está dicho, es una pequeña diferencia. Pero resulta mucho más relevante si se adjunta a otro dato. Hace cinco años, la electricidad generada por el carbón era dos veces más que la que se obtenía de fuentes renovables.

Más demanda energética

Los motores, nunca mejor dicho, de este avance han sido Alemania y Gran Bretaña. El país germano ha incrementado un 56% su producción de energía renovable en los últimos tres años. Es el resultado de la apuesta por este tipo de generación que ahora está dando sus frutos. Y todo dentro de un panorama de ligera subida de la demanda. El pasado año, los europeos consumieron un 0.7% más de energía que el anterior. Es el tercer año consecutivo de aumento de la demanda, impulsado por el final de la crisis y el ascenso de la producción industrial. La cara b de estos datos es la situación de los países de Europa del Este. En estas naciones, el consumo de carbón se ha mantenido o aumentado ligeramente.