El Estado-Nación se ha quedado pequeño. En el marco europeo, la política construida desde compartimentos nacionales no tiene capacidad para abordar la mundialización de la economía, combatir la desigualdad o responder a la lucha contra el cambio climático, por poner ejemplos de envergadura.

La soberanía nacional ya no alcanza a dar todas las respuestas. Corren tiempos en los que es imprescindible compartir soberanía para ganar fuerza y atender a la ciudadanía con garantías.

El Estado-Nación es el pasado; el futuro pasa por federar. Unir y sumar fuerzas con las que ofrecer seguridades, respetando la diversidadde los pueblos. Una articulación que haga de la igualdad y la diversidad dos caras de una misma moneda y garantice la solidez necesaria para navegar por la globalización.

De ahí la relevancia de impulsar el proyecto europeo, al que no le estamos dando la importancia que se merece siendo, como es, crucial para afrontar con solvencia el futuro económico y social y garantizar la perdurabilidad de los principios y valores que compartimos en el Viejo Continente-

Europa, todavía a medio hacer, no pasa por los mejores momentos: resaca de una crisis económica y financiera que produjo el abuso de una austeridad radical, aumento del euroescepticismo, del populismo y del nacionalismo, el Brexit, posiciones poco coincidentes con los valores europeos de gobiernos como el de Polonia o Hungría... Sin olvidar la vergüenza de ser incapaces de dar respuesta a la crisis de los refugiados.

Hoy por hoy, la dirección continental es una simple yuxtaposición de intereses nacionales y no una visión de conjunto. De hecho, se adjudica a la Unión Europea las culpas de todo lo negativo mientras que lo positivo se presenta como manufactura nacional del país que en su caso corresponde. Es más, la tendencia es culpar al proyecto europeo de los desaciertos de sus dirigentes que, por definición democrática, son pasajeros.

Es imprescindible poner Europa en agenda con voluntad de hacerla inteligible y acercarla a la ciudadanía. Lamentablemente, el Gobierno de Rajoy ofrece un claro ejemplo de opacidad y lejanía: ni siquiera informa de lo ocurrido en los Consejos de Europa en el Congreso de los diputados. Es urgente aplicar la mayor pedagogía para explicar que la marcha atrás en el proyecto europeo entraña viejos y calamitosos peligros; avanzar es una necesidad y una obligación que hay que sacar adelante, aunque sea a dos velocidades.