No se puede seguir escuchando que con el sendero escogido se hacen bien las cosas. La crisis, el desempleo, la UE y todo lo demás merecen otra fortuna que no sea la que nos regalan los poderes financieros y unos gobernantes teledirigidos por la canciller Merkel.

En Europa predominan las derechas en perjuicio de los derechos. Así nos va. Hay que poner encima de la mesa propuestas diferentes a las del fuerte integrismo conservador que nos inunda. Se debe frenar el aumento del paro, de la pobreza y las desigualdades.

Los excesos de austeridad ponen patas arriba a la población, dan luz verde a los amantes de diluir el Estado de Bienestar y, como forma compensatoria, se nos habla de darle impulsos al crecimiento o de ampliar plazos en lo que respecta a la reducción del déficit.

Estimular el desarrollo sobre las bases de la siembra actual no augura buenos frutos. Además, hay que hacerles la vida imposible al fraude y a los paraísos fiscales, no a los ciudadanos. Las políticas energéticas y medioambientales han de ser uno de los objetivos. O la necesidad de una tasa a las transacciones financieras para aportar fondos a las arcas públicas y poner freno a la especulación.

Hollande es un grano en la retaguardia de una Merkel en declive. La cumbre del G-8 ha sido un nuevo ejemplo. El socialista no piensa bailar con esta señora tal y como lo hacía su antecesor Sarkozy. Defiende los eurobonos, los títulos de deuda respaldados por todos los países de la zona euro. España sería uno de los países beneficiados, pero Rajoy ejerce de monaguillo de la alemana y no quiere. La eurozona se blindaría de los ataques especuladores. Y el Banco Central Europeo tiene que abrir nuevas líneas de crédito.

El PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba no quiere quedarse atrás y prepara su renovación ideológica. Una agenda reformista para 2015 que incluirá una revisión de todas las estructuras institucionales y políticas con la intención de adquirir peso y de volver a ser el partido de la modernización española.

Está bien. La ciudadanía, eso sí, no puede esperar mucho. El agua nos llega al cuello, la calidad democrática es pésima y las condiciones de vida son muy inquietantes. No es por casualidad que los secretarios generales de CCOO y UGT, Toxo y Méndez, auguren nuevamente un aumento de la conflictividad en España.

Ahí andan las concentraciones y movilizaciones en contra de la reforma laboral y las políticas de recortes del Gobierno. Rajoy no habla con las centrales sindicales. Ni existe diálogo para intentar un pacto por la economía y el empleo. El lobo de los mercados aúlla y muestra su boca. Dentro de ella seguimos.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos