El año pasado fue malo para las bolsas chinas, después de un 2020 especialmente beneficioso en pleno estallido de la pandemia del Covid-19. Varias decisiones del Ejecutivo asiático están detrás de la desconfianza de los inversores internacionales. El presidente Xi Jinping ha puesto fin a los periodos de mandatos y se muestra como un líder perpetuo cuyas decisiones serán claves para la marcha de su economía y la percepción que el dinero extranjero tiene de la misma.

El gestor de fondos de Flossbach von Storch AG, Michael Illig, muestra en un reciente artículo las decisiones de Xi Jinping que han provocado la desconfianza, ahora que festejan el nuevo año que éste toca del Tigre.

  • Puso freno a la salida a Bolsa del grupo financiero Ant (del creador de Alibaba), que hubiera sido la mayor oferta mundial y que obligó a la empresa a iniciar una importante reestructuración. Poco después, se adoptaron nuevas normas para las plataformas electrónicas, especialmente en el sector del comercio electrónico, que pretenden evitar que las empresas dominantes abusen de su posición de poder.
  • A principios de julio, la plataforma china de servicios de transporte Didi, cuya oferta es comparable a la de la empresa estadounidense de servicios de conducción Uber, celebró su debut bursátil en Nueva York. Solo unos días después, Didi recibió una reprimenda de las autoridades chinas y tuvo que retirar su aplicación de todas las tiendas chinas de aplicaciones. Supuestamente, las autoridades habían advertido a la empresa de que no saliera a bolsa en EE. UU., pero Didi siguió adelante con el proyecto. La intervención estatal provocó una importante caída del precio de las acciones: las acciones de Didi cotizaron temporalmente más de un 40% por debajo del precio de emisión.
  • El sector educativo fue objeto de una intervención estatal aún más drástica con la prohibición de las clases particulares impartidas por compañías con fines de lucro. Es importante saber que los niños y jóvenes chinos tienen que superar una y otra vez importantes pruebas de nivel durante su carrera escolar, que deciden su evolución posterior. El mercado de proveedores de clases particulares, que ha crecido mucho en los últimos años, fue prácticamente suprimido de la noche a la mañana por el gobierno. En el futuro, ya no habrá clases particulares con ánimo de lucro. Las cotizaciones de las empresas afectadas perdieron gran parte de su valor.
  • Por último, a mediados de agosto le siguió el sector de los juegos en línea, donde se limitó el tiempo de juego de los jóvenes a tres horas semanales. Los niños tienen que utilizar el reconocimiento facial para verificar que no están demasiado tiempo delante del teléfono móvil.

Existen razones para esperar que el Gobierno chino se muestre menos intervencionista con sus empresas, especialmente las tecnológicas. De un lado, no puede perder las gigantescas cifras que destinan a investigación y desarrollo (I+D) que satisfacen los deseos de la Administración en su competencia con Estados Unidos por el liderazgo en este terreno. Los gigantes Tencent y Alibaba, invirtieron el año pasado más de 18.000 millones de dólares en investigación y desarrollo. Con su enfoque en áreas como la inteligencia artificial, el aprendizaje automático o la tecnología en la nube, impulsan así áreas especialmente importantes para el gobierno. También existe el temor de que buena parte de la materia gris de profesionales chinos que se están formando en Occidente decidiesen no retornar a su país si no encuentran opciones laborales interesantes para desarrollar sus carreras profesionales en la nueva economía.

Y entre estas fuerzas de intervención pública y de necesidad de competir en el mundo tecnológico se mueven los inversores internacionales. De momento, la desconfianza sigue primando sobre los mercados y las economías. Xi Jinping es sinónimo de riesgo para ellos. Las consecuencias de un mayor intervencionismo público tendrían efectos en el conjunto del crecimiento mundial. Hasta ahora China ha sido uno de los elementos deflacionarios, forzando la bajada de precios de numerosas manufacturas. Una China más cerrada redundaría en precios más altos cuando la inflación toca los niveles más altos de tres décadas.