La gran diferencia de esta crisis del Covid-19 frente a la financiera vivida en 2008 es la atención social a los ciudadanos. Parece que la euforia del crédito barato de 2008 con el boom inmobiliario fuera culpa de todos y a muchos les pareció oportuno fustigarse con esa idea. Entonces se acuñó la frase “vivir por encima de nuestras posibilidades”. Una osadía que debía tener un merecido castigo, casi divino.

Hay que reconocer que el Gobierno del Partido Popular consiguió reactivar la economía a costa de una reforma laboral ahora cuestionada que se traducía en un mayor número de puestos de trabajo pero de peor calidad. (Antes y ahora con la inestimable ayuda del Banco Central Europeo). El entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, no tenía ninguna pereza en rescatar las cajas de ahorros y rápidamente reaccionaba si había que soltar 1.000 millones más o 4.000 millones. También la venta de esas cajas de ahorros se hizo sin estar pendiente del céntimo. Un céntimo que, sin embargo, sí se miraba en el momento de realizar un recorte en educación o en sanidad. Cierto es que esos recortes no fueron tan grandes como la izquierda anuncia a cada minuto: ahí están los datos del crecimiento de la deuda pública en la era de Rajoy.

Tampoco tiene mucho sentido el reproche a salvar el sistema financiero detrás del cual estaban millones de cuentas corrientes y depósitos de españoles. Como además fue preferentemente en las cajas, españoles de clase media o baja a las que estas entidades siempre dieron cobertura por tratarse de las más populares, de las más cercanas y pegadas al territorio.

Pero en esta crisis del Covid-19 no hay el pecado original que la que se sufrió hace más de diez años. Se ha tratado de un bichito externo y con la experiencia de la debacle social que supuso el precedente ahora todos muestran más sensibilidad. No solo el gobierno del PSOE y UP. Hemos vistos cómo partidos políticos de todo el espectro político han apoyado el Ingreso Mínimo Vital que, en un principio, fue claramente denostado y que siempre despierta las suspicacias de un apoyo clientelar, es decir, electoral.

Más gratificante aún ha sido el comportamiento de buena parte de las empresas. Además de las numerosas donaciones ante la falta de material sanitario, se ha producido una verdadera revolución en cuanto al apoyo de los más castigados por el Covid-19. Los adelantos en el pago de pensiones o en el paro por parte de las entidades financieras es lo más suave. Pero también se han practicado demoras tanto en los créditos hipotecarios así como los de consumo, incluso por encima de las indicaciones gubernamentales. Unas medidas que, además, también benefician a los propios bancos porque dan un tiempo para recuperarse que es mucho mejor que asumir un descalabro hoy y ahora. Afortunadamente, algo se ha aprendido con la pasada crisis financiera.  ¿Para qué quiere un banco hacerse con miles de viviendas que no pueda vender y que le consuman recursos y disparen sus riesgos? La técnica de esperar a que mejoren las cosas se ha aplicado en este país con empresas y bancos cuya foto en un momento concreto era de quiebra pero que luego lograron remontar cuando el conjunto de la economía se recuperó.

Vamos, pues, mucho mejor en sensibilidad social y en sentido común en esta crisis. Pero hay que alertar al Gobierno de Sánchez e Iglesias que el gasto social no puede ser el único elemento para empuje de la economía. Está claro que también tiene un componente de esa mejoría ya que hay más dinero para consumir, aunque sea en lo imprescindible. Pero estas medidas deben ir acompañadas de un dinero público que vaya directamente a la inversión de los sectores más afectados. También favoreciendo iniciativas de la nueva economía que en estos pocos meses ha recorrido un espacio que muchos expertos preveían para los próximos cinco años. Gasto sí, pero también inversión. Y hay datos que parecen preocupantes como el apoyo al turismo que se cifra en 2.600 millones de euros, una cuantía insuficiente. El manejo de ambas variables será decisiva para ver cómo y cuándo se recupera la economía española. Y son muy contagiosas. Si antes indicaba que el gasto ayuda al crecimiento, el crecimiento es imprescindible para que se reduzca el gasto social con la llegada de cotizantes y contribuyentes.