Está presente en millones de hogares. Es versátil, barato y esencial para la dieta de la mitad del planeta. Su precio llevaba años subiendo sin parar, agravando la inseguridad alimentaria en las regiones más vulnerables. Pero algo ha cambiado. Por fin, este alimento básico, el arroz, se abarata.
Un respiro para medio planeta
El arroz es mucho más que un acompañamiento. En países como Bangladés, India, Vietnam o en buena parte del África subsahariana, representa entre el 60% y el 70% de las calorías consumidas cada día. Millones de personas lo comen a diario, y su precio es clave para mantener la estabilidad social y económica.
Tras años de subidas constantes, los precios internacionales del arroz han comenzado a caer. Y eso es una gran noticia para buena parte del mundo.
¿Por qué baja ahora el arroz?
La principal causa está en la mejoría de las cosechas y, sobre todo, en el levantamiento de las restricciones comerciales de India, que es el mayor exportador de arroz del mundo.
Desde 2022, el Gobierno indio había limitado sus ventas internacionales para proteger su mercado interno en un contexto de crisis climática e inflación global. Eso disparó los precios a máximos históricos. Pero ahora, esas restricciones se han retirado casi por completo, liberando una enorme cantidad de arroz al mercado global.
El dato que marca tendencia
El arroz tailandés, uno de los principales de referencia, se cotiza ahora en torno a los 400 dólares por tonelada, muy por debajo de los picos alcanzados en 2023. Según datos de la FAO, el precio internacional se sitúa en su nivel más bajo desde junio de 2022, aunque aún sigue por encima de los niveles previos a la pandemia.
¿Quién gana con esta bajada?
Nigeria, el país más poblado de África, importa grandes cantidades de arroz. En plena crisis alimentaria, un saco de 50 kilos llegó a costar más de 63 euros, en un país donde el salario mínimo es de 45 euros mensuales. La bajada de precios podría suponer un alivio, aunque los efectos no siempre son inmediatos.
Senegal, Níger, Madagascar o Yibuti también dependen del arroz importado. Allí, el precio global tiene un efecto directo sobre el hambre, la inflación y la estabilidad política. No es casualidad que, en el último año, varios gobiernos africanos hayan tenido que eliminar aranceles temporalmente para frenar las protestas.
No todo son buenas noticias
Aunque el descenso del precio del arroz beneficia a millones de consumidores, puede perjudicar a los productores. Menores precios implican menos márgenes de ganancia, lo que puede desincentivar la siembra y provocar desequilibrios futuros.
Además, el impacto positivo sobre el precio final no siempre llega a las familias. Factores como los costes de transporte, el tipo de cambio, los impuestos o la cadena de distribución pueden hacer que el arroz siga siendo caro en los mercados locales, aunque baje en las bolsas internacionales.
Japón: el arroz como símbolo
En países como Japón, el arroz tiene una dimensión cultural y política. A pesar de su escaso peso en el mercado global, el encarecimiento del arroz en 2023 fue un problema nacional: cosechas pobres, acaparamiento y falta de relevo generacional en el campo. Tanto es así que el país tuvo que importar arroz de Corea del Sur por primera vez en 25 años.
Pero abrir el mercado no es una opción fácil en pleno año electoral. Y mientras tanto, el arroz sigue escaseando.
¿Qué pasará a partir de ahora?
Todo apunta a una buena campaña mundial: más producción, más reservas y buen clima. Se estima que la producción global de arroz alcance los 544 millones de toneladas en 2024-2025, con existencias en máximos. Pero eso no significa que el riesgo haya desaparecido.
El arroz es un termómetro silencioso. Cuando sube, puede desatar protestas, hambre y crisis política. Cuando baja, alivia tensiones... pero también plantea nuevos retos para los países productores.
Dependencia y equilibrio
Lo que está ocurriendo con el arroz deja al descubierto una verdad incómoda: el sistema alimentario mundial es extremadamente vulnerable. Basta con que un solo país, como India, cierre parcialmente el grifo, para que medio planeta entre en alerta. Dependemos de muy pocos actores para alimentar a miles de millones de personas.
La situación actual nos recuerda que la seguridad alimentaria es una cuestión global, no solo de producción o precios. Es también una cuestión de clima, comercio, política y, sobre todo, de un equilibrio que, cuando se rompe, incluso algo tan cotidiano como un plato de arroz puede convertirse en el detonante de una crisis internacional.