No voy a ser fina: los millennials tenemos sexo. De verdad que sí. Disfrutamos de nuestras relaciones sexuales de la manera que mejor nos parece y con quien más nos apetece. Nos esforzamos en romper tabúes convencionales y buscamos siempre la innovación, sin miedo a hablar sobre lo que nos gusta. Tenemos riqueza sexual: creemos en el sexo con amor y sin amor, pero muy pasional. Perdemos la virginidad cómo nos apetece, pues no consideramos que esta nos pueda suponer un problema. Pero, curiosamente, mantenemos menos relaciones sexuales que nuestros padres a nuestra edad y eso ha provocado un escándalo. Con escándalo me refiero a la investigación que salió este verano dónde se demostraba una gran disminución en la frecuencia sexual de la generación Y en relación a anteriores generaciones y que los medios aprovecharon para tachar a los millennials de antisociales y tecnoadictos.

Estimados adultos, tengo una noticia que daros.

Mi generación es probablemente la que más va poder disfrutar de su sexualidad. Primero, porque socialmente la sexualidad ha evolucionado hasta liberarse y, segundo, porque lo que nosotros comprendemos como sexualidad es mucho más vasto de lo que jamás ha sido. Donde antes era un juego para dos (especialmente el tándem hombre – mujer), ahora se ha convertido en una experiencia que se puede disfrutar por igual con solo uno mismo o con un número indefinido de personas, sin importar género, preferencias, etc. Las posibilidades son infinitas.

Hablemos de la nueva guía sexual

¿Cómo comprendemos el sexo ahora? Pues te lo explico en un momento. Voy a facilitarte una pequeña guía sobre el sexo millennial: Por internet también nos vale. El sexo virtual es una realidad. Nos pone el sexting (intercambiar mensajes subidos de tono) y también juguetear con el skype. Explorarnos mientras alguien se asegura de que tengamos ganas de hacerlo. Ver pero no tocar: hacer que nuestra imaginación reviente. Sí, es extraño y los más mayores no lo comprenderán, pero es una nueva manera de explotar la sexualidad que muchos hemos experimentado.

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No queremos pareja. No nos interesa nada serio. Nada que nos ate, nos desentendemos de las obligaciones. Por ello hay dos consecuencias: el sexo no está siempre asegurado y las parejas van cambiando. Así, es normal que la frecuencia disminuya. A veces simplemente no podemos conseguir llegar al sexo, pues se nos ha pasado la noche intendando ligar. En el fondo incluso nos gusta más el juego que realmente consumar el acto.

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Calidad antes que cantidad. Y antes que buscar como locos parejas sexuales preferimos asegurarnos de que cada experiencia vaya a tener algo que la haga única: que nos atraiga mucho, que sea de una manera específica, que nos despierte partes que desconocíamos. En conclusión, que lo que hagamos sea bueno, aunque breve o poco. Las app de ligue son un mito. Sí, existen y sí, se usan. Pero en realidad hay que currárselo. En el fondo hemos crecido con las películas Disney y tenemos un corazón tierno. Respetamos las personas con las que estamos y nos interesa conocerlas. Puede ser que haya noches locas (es más, por favor que las haya) pero nos gusta poco a poco conectar con la gente. La verdad es que nuestra generación somos más propensos a pocas parejas: nos gusta dejar que cada persona tenga su tiempo. No todo es puro sexo. No. No lo es. Hay mil variaciones y juegos que hacer. No es solo la penetración. No es solo llegar al final. Es disfrutar a cada paso aunque no sea a la manera clásica. Por ello se dice que los millennials tienen menos sexo: porque el placer sexual lo encontramos de muchas maneras. Nuestro sexo es más extenso.

Hay mucho sexo por investigar

Una de las cosas que más me gusta del siglo XXI es que sexualmente nos ha abierto muchos caminos por los que investigar y que, por experiencia directa, puedo decir que mi generación los está explotando. Y mira, puede ser que mantengamos menos relaciones sexuales que generaciones anteriores, pero al menos poco a poco el acto en sí se va liberando para convertirse en una actividad altruista, de calidad y placentera.

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