España ha sido, o al menos siempre se ha pensado así, un país interlocutor con el mundo árabe. La simpatía que desde el mundo árabe se profesa hacia España es real, siendo este sentimiento recíproco por parte de la mayoría de la población española. Además, esta sensación ha estado motivada en gran parte por la cercanía social y física propiciada como país mediterráneo, sumado a los muchos capítulos de la historia compartida con el mundo árabe-musulmán.

En el caso de Siria, podríamos decir que desde siempre ha existido una complicidad y que los sucesivos gobiernos españoles, tanto socialistas, como del Partido Popular, se han esforzado por mantener a toda costa una relación privilegiada con este país.

Prueba de ello son las múltiples visitas bilaterales como la de Felipe González, que viajó a Damasco en 1995 siendo presidente de turno de la UE y tras haber vivido un capitulo complicado como fue el de la muerte del embajador español Pedro de Arístegui, víctima de un proyectil que cayó en la Embajada de España en Líbano en 1989 y que los servicios de inteligencia dicen que era de procedencia siria. También José María Aznar visito Siria en 1999, poco antes del fallecimiento de Hafez el Asad. A su vez, es importante recalcar que el actual presidente sirio, Bashar el Assad, eligió España en 2001 para efectuar su primera visita como presidente a un país no árabe, repitiendo viaje a Madrid en 2003.

Pero entonces, ¿qué ha sucedido en los últimos años que justifique que desde que se inicio el conflicto sirio en marzo del 2011, el papel de nuestro país en la mediación para la resolución de ese conflicto se haya visto reducido a simple acompañante de las propuestas de otros países?

El Gobierno español mantuvo durante los últimos años de la Administración Bush un acercamiento a Siria que disgustó a EE UU y provocó roces diplomáticos. Tal vez, el motivo principal tal y como aparece en los cables de la Embajada de EE UU en Madrid revelados por Wikileaks, fuese la visita relámpago de Moratinos a Damasco, después del asesinato del primer ministro de libanés, Rafiq Hariri. O tal vez fuese el viaje al final del mandato del gobierno socialista y con el conflicto sirio en plena efervescencia, de la por entonces ministra de Asuntos Exteriores Trinidad Jiménez, viaje que se interpretó como un apoyo claro a la familia Assad.

Por todo ello, es muy probable que por parte de EE.UU existiesen y sigan existiendo, toques de atención a la política exterior de España, lo cual ha producido una bajada del protagonismo de nuestro país en relación a este conflicto. Esta teoría no deja de ser incomoda por la propia necesidad de España de tener un papel relevante ya no solo por la imagen en el plano internacional, si no por los propios intereses nacionales, que no se limitan a la búsqueda de contratos millonarios, sino que se circunscriben a algo mas grande como son la trasmisión de valores de convivencia y respeto como los que se impulsaron en su momento en la Conferencia de paz de Madrid de 1991.

Que España fuese uno de los primeros países en reconocer a la Coalición Nacional de las Fuerzas de Oposición y de la Revolución Siria (CNFORS) como representante del pueblo sirio y pidiese al actual presidente, Bashar al Assad, "dejar el poder y ceder el testigo" es una muestra de los esfuerzos por no quedarse fuera del núcleo de toma de decisiones en lo concerniente a Siria. Además, prueba de ello es el apoyo a la iniciativa Franco-Británica de levantar el embargo de armas a la oposición siria, tal y como comentaba el ministro de Exteriores, García-Margallo, apostando por levantar el embargo armamentístico pero no entregar dicho material militar hasta la Conferencia de paz de Ginebra cuya fecha de celebración se quedo en el limbo este verano y que difícilmente se podrá celebrar a la vista de los acontecimientos. El ministro Margallo insistía en que habría que evitar que las armas cayeran en manos de yihadistas, el gran temor de la mayoría de gobiernos occidentales visto lo sucedido en Libia.

También cabe recordar la celebración el pasado mes de mayo de una reunión en Madrid de los miembros de la oposición siria al régimen de Bashar al Assad. Dicha reunión, celebrada con el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación y cuyo objetivo era el de encontrar una solución política al conflicto de cara a la conferencia internacional propuesta por Estados Unidos y Rusia y que debería celebrarse en Ginebra, ha significado un paso en el posicionamiento de apoyo al dialogo entre las partes, pero por desgracia no ha sido determinante hasta la fecha.

Sería bueno que España fuese capaz de tener más peso a la hora de marcar la agenda internacional en el seno de la Unión Europea, poniendo así en valor sus especiales relaciones con muchos países del mundo arabo-musulmán, basadas en una nutridas intervenciones tanto diplomáticas como no diplomáticas que se han venido realizando desde hace muchas décadas. Nuestro país ha jugado un papel destacado apoyando al régimen de Siria, pero también ha condenado y deberá seguir condenando, toda violación de los derechos humanos y por eso el gobierno debería aprovechar esta circunstancia. Nuestro país ha tenido que afrontar en muchas ocasiones situaciones delicadas a nivel diplomático y social, ha acogido refugiados políticos sirios, algunos muy incómodos como fue el caso del tío del actual presidente, Rifaat el Assad que intento dar un golpe de estado en 1983 y esto, unido a las visitas de altos mandatarios realizadas por ambas partes, entre otras circunstancias, nos habilitan para tener un papel relevante a la hora de mediar en el conflicto, pero el miedo a la reprimenda que nos pueda dar EE.UU nos paraliza a la hora de llevarlo a la práctica.

Una cosa sí queda clara y es la incapacidad del Gobierno de España de poner a nuestra diplomacia a trabajar en la construcción de un puente solido con los países árabes, que sirva para ayudar en la solución de conflictos en la zona y sobre todo para salvar la vida de miles de personas que al fin y al cabo es para lo que deberían estar los gobiernos.

Mohammed Azahaf es analista político y coordinador federal del grupo árabe del PSOE