El Teatro Real, más allá de sus óperas, flamenco real o danzas, destaca en los últimos tiempos por haberse convertido en una sala de fiestas sin igual, de alto postín y a las que no asiste cualquiera. Ahí se han celebrado, por ejemplo, la fiesta del 70 cumpleaños de José María Aznar o la puesta de largo de las hijas de Alberto Alcocer. Pero, ¿qué hay detrás de estas celebraciones privadas y qué conlleva la cesión de espacios públicos para ello?

Conviene retrotraerse a principios de año para establecer un contexto, cuando diferentes agrupaciones vecinales, como Súbete a la Nave, Hacenderas o Los Pinos, así como los sindicatos CNT y CGT, convocaron una concentración para mostrar su rechazo a la cesión del Centro Cultural Daoíz y Velarde al Teatro Real. Pero también conviene fijarse en el propio presidente del Teatro Real, Gregorio Marañón, y su estrecha relación con el alcalde de la capital, el ‘popular’ José Luis Martínez-Almeida.

Y es que se podría decir que Gregorio Marañón es una especie de “mediador” amigo de Martínez-Almeida que ha sabido cómo sacar rentabilidad a la impecable marca de este histórico teatro madrileño para convertirlo en un espacio de eventos que poco tienen que ver con su objeto cultural. Y, de paso, aprovechar su amistad para conseguir otros espacios municipales para los mismos fines, como es el caso del Centro Cultural Daoíz y Velarde.

El Ayuntamiento de Madrid y el Teatro Real firmaron un acuerdo que permitía poner en marcha un nuevo proyecto en el Centro Cultural Daoíz y Velarde, ubicado en el distrito de Retiro, con el objetivo de convertirse en un espacio cultural y artístico de referencia para niños y jóvenes en ciudad. Con esto, el Teatro Real trasladaba lo que hasta el momento hacía en la Sala Gayarre del Teatro Real, lo que se conocía como ‘El Real Junior’, destinado al público infantil, juvenil y familiar, a este nuevo espacio y, con ello, podía destinar íntegramente la Sala Gayarre a los diferentes saraos que copan la agenda del Teatro Real más allá del ámbito cultural.

Pero, en este caso, no solamente le queda libre al presidente del Teatro Real la Sala Gayarre -con una superficie de 270 metros cuadrados y capacidad de 190 en grada- para organizar todo tipo de celebraciones que poco tienen que ver con la cultura, sino que también va a contar con el resto de la superficie de la nave del Daoiz y Velarde, de aproximadamente 6.800 metros cuadrados.

Así las cosas, Gregorio Marañón no solo podrá utilizar estos espacios para dichas actividades, sino que también ahorrará en trabajadores, dado que los que presten sus servicios en el Daoíz y Velarde ya no cobrarán ni tendrán contrato según el convenio del Teatro Real, sino que se les aplicará el convenio autonómico, que reduce sustancialmente su salario y condiciones laborales.

Rechazo a la cesión de Daoíz y Velarde al Teatro Real

La concentración convocada por agrupaciones vecinales y apoyada por sindicatos en el distrito de Retiro tenía como principal motivo el rechazo a la cesión del Centro Cultural Daoíz y Velarde a la Fundación Teatro Real, exigiendo así su devolución al barrio. Con esto se incumplía el acuerdo del Pleno del Ayuntamiento de 2015, que otorgaba la gestión directa de este espacio cultural a la empresa municipal Madrid Destino para el disfrute de todos y todas las vecinas de la ciudad.

“El consejo de administración de Madrid Destino, encabezado por Andrea Levy Soler, ha preferido ceder el centro a la Fundación Teatro Real para su explotación”, aseguraban los convocantes de la manifestación, recordando que “ya en 2018 el Gobierno del PP intentó fusionar el Teatro Real con el Teatro de la Zarzuela, gestionado por el INAEM y financiado con dinero público”, pero que una moción de censura y las numerosas protestas de la ciudadanía lo impidieron.

Y es que los convocantes de la concentración afirmaban que este caso era “una privatización encubierta en la que se cede un espacio rehabilitado con fondos públicos a una entidad que será la beneficiaria de su explotación”. “Se trata de evitar el precedente que supone abrir la puerta a las privatizaciones de los espacios culturales del municipio de Madrid y no precarizar a los y las trabajadoras”, añadían para justificar sus protestas.

Así, también recordaban que en este mandato de Martínez-Almeida, “diferentes espacios vecinales que desarrollaban actividades culturales, como la Casa de la Cultura y la Participación de Chamberí, EVA Arganzuela, la Casa del Cura de Malasaña, La Gasolinera de la Guindalera o La Salamandra de Moratalaz han tenido que cerrar porque el Ayuntamiento ha puesto fin a esas cesiones”.

Cesión del Ayuntamiento de Daoíz y Velarde

Esta cesión del Centro Cultural Daoíz y Velarde al Teatro Real fue vendida desde el consistorio como una maniobra para ampliar la descentralización de la cultura de la capital y promover este espacio como un lugar cultural y artístico de referencia para niños y jóvenes en la ciudad.

No obstante, para ello, el consistorio gobernado por Martínez-Almeida realizó una rehabilitación integral de lo que es el antiguo cuartel de artillería de Daoíz y Velarde, construido a finales del siglo XIX. Es un espacio de 7.700 metros cuadrados distribuidos en cuatro plantas, que cuenta con un gran espacio para actos culturales y exposiciones, una sala principal con un escenario y una capacidad para 330 butacas, una sala polivalente, salas de ensayos, talleres y otras dependencias auxiliares.

Con él, el Teatro Real -y su presidente- han encontrado el lugar perfecto para destinar la programación de ‘El Real Junior’ y dejar libre el espacio que este ocupaba en el Teatro Real para poder dedicarla a otros saraos de la alta sociedad. Una rehabilitación integral financiada con fondos públicos pasa a ser disfrutada y explotada bajo los intereses de Gregorio Marañón.