Fue presentado como una gran apuesta frente a la pandemia, pero cuatro años después, el Hospital de Emergencias Enfermera Isabel Zendal continúa rodeado de dudas y críticas. Con una inversión que superó los 200 millones de euros y una actividad muy por debajo de su capacidad real, muchos se preguntan si el centro sanitario impulsado por el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso ha cumplido con los objetivos para los que fue creado o si, por el contrario, se ha convertido en uno de los fracasos más sonados de la política sanitaria madrileña.
El Zendal fue inaugurado en diciembre de 2020 con la promesa de convertirse en un centro de referencia ante emergencias sanitarias como la COVID-19. Su construcción en tiempo récord fue presentada por el Ejecutivo autonómico como un logro de eficacia y previsión. Sin embargo, no tardaron en llegar las primeras críticas: el coste final cuadruplicó el presupuesto inicial, y numerosos contratos —valorados en más de 15 millones de euros— se adjudicaron sin concurso público bajo el paraguas de la “emergencia”.
A las dudas económicas se sumaron los problemas funcionales. El hospital no dispone de servicios esenciales como urgencias, quirófanos o una cocina propia. En 2023, el Zendal registró una media de apenas un ingreso al día, a pesar de tener capacidad para más de 1.000 camas. En comparación, otros grandes hospitales madrileños, como el Gregorio Marañón o el 12 de Octubre, han seguido operando al límite de su capacidad. La baja actividad del Zendal ha reavivado el debate sobre si fue necesario construir una nueva infraestructura o si habría sido más eficaz reforzar los centros ya existentes.
Tampoco ha sido un hospital bien recibido por el personal sanitario. Desde su apertura, muchos profesionales se han mostrado reacios a ser destinados allí, denunciando traslados forzosos desde otros hospitales y condiciones laborales poco claras. Los sindicatos lo han denunciado en los tribunales, acusando a la Comunidad de Madrid de utilizar el Zendal como “propaganda política” en lugar de como una herramienta útil para el sistema público de salud.
Los pacientes también han expresado su malestar. El caso de José, un paciente con síndrome de Guillain-Barré, generó un fuerte impacto mediático cuando su familia denunció públicamente la falta de medios en el hospital. “No hay fisioterapia, no hay atención psicológica, no hay personal especializado…”, lamentaron. Casos como este han alimentado la percepción de que el Zendal carece del equipamiento y la estructura necesarios para ofrecer una atención sanitaria completa.
Ante la polémica, la Comunidad de Madrid ha intentado reconvertir el uso del centro. En la actualidad acoge un espacio especializado para pacientes con ELA y está previsto que en 2026 se transforme en un Instituto Experimental de Neurotecnología del Cerebro. No obstante, estos anuncios no han logrado frenar las críticas, y muchos consideran que se trata de intentos de justificar una inversión millonaria que no ha dado los frutos esperados.
Cuatro años después de su inauguración, el Zendal sigue siendo uno de los temas más controvertidos en el debate sanitario madrileño. ¿Se trata de un hospital que ha cumplido su función en momentos clave y que ahora busca un nuevo papel? ¿O es, como apuntan muchas voces, un ejemplo de despilfarro público y mala planificación?