Ximo Puig y el PSPV lograron este domingo un resultado que los convierte, por fin, en el partido hegemónico de la Comunitat Valenciana. El PSPV no era el partido más votado desde 1991 cuando Joan Lerma era presidente. Desde entonces, el partido de la rosa había vivido, una de detrás de otra, aciagas noches electorales con una sangría de votos que parecía no tener fin, pero este 28 de abril la tendencia se invirtió. Es más, Puig logró ampliar la paupérrima ventaja de dos puntos que obtuvo sobre Oltra en 2015 hasta los ocho de estas elecciones.

El PSPV como partido obtuvo cinco puntos más que en las anteriores elecciones y un 24 por ciento de los votos, es decir, logró el apoyo de casi 617.000 valencianos y 27 escaños. Puig volverá a ser el presidente de la Generalitat. Pero como ya sucediera hace cuatro años, el presidente necesitará del apoyo de Compromís que obtuvo 16 escaños, tres menos que en 2015, y de Podemos, que se desplomó de 13 a 8 pese a concurrir con Izquierda Unida. Ambas formaciones obtuvieron 100.000 votos menos que en los anteriores comicios.

Pacto del Botánico

El Pacto del Botánico será una realidad cuatro años después de aquella firma histórica. Pero este segundo acto tendrá diferencias con respecto al primero. Puig deberá lidiar no solo con Oltra dentro del gobierno. Tal y como anunció Rubén Martínez Dalmau, el líder de la formación morada en la Comunidad Valenciana antes de elecciones, si Puig quiere su apoyo deberá contar con ellos dentro del Gobierno. Se prevén unas semanas convulsas en cuanto a la formación del citado gobierno se refiere. El pastel ya no se divide entre dos sino entre tres.

En las anteriores elecciones se optó por poner de conseller a alguien de un partido y de director general (número 2) a una persona del otro, logrando así un control de todas las consellerias por parte de ambas formaciones. Esta solución generó más de un problema a lo largo de la legislatura, aunque eso sí, la sangre nunca llegó al río.

El problema será configurar un gobierno a tres bandas, realmente cuatro si contamos a Izquierda Unida, donde todos querrán tener mando en plaza. Puig tiene la sartén por el mango, pero ese mango es muy corto y se calienta rápido.

Oltra y Dalmau son conscientes del poder real que tienen si se quiere formar una coalición de izquierdas y, pese a los malos resultados, no dudarán en apretar el acelerador y apretar al futuro presidente siempre que lo necesiten, pero sobre todo estas primeras semanas en las que se tiene que configurar el próximo gobierno. El pastel es pequeño y todos quieren un trozo grade.

La otra cruz de Puig con respecto a su nuevo socio será dejar fuera a alguno de sus consellers, ya que si Podemos pide estar al frente de algunas carteras, al menos un conseller del PSPV y otro de Compromís quedarían fuera del nuevo gobierno del Botánico. El juego de tronos del tripartito ha comenzado, y la batalla se prevé dura.

La derecha

Más allá de la izquierda está la derecha. La noche más oscura se cernió sobre el partido de la gaviota. Tal y como sucediera con Pablo Casado en las generales, Isabel Bonig, la lideresa del PP valenciano vio como una sangría de votos le hacía perder un tercio de sus diputados pasando de 31 a 20. Su parte del pastel se la repartieron entre Ciudadanos y Vox.

El partido de Rivera, con Toni Cantó como su referente en la Comunidad Valenciana, pasó de 13 diputados en 2015 a 18 en estos comicios, quedándose a tan solo dos del PPCV y con una diferencia de alrededor de tan solo 30.000 votos. Aunque pese al sangrado extremo, al menos Bonig consiguió seguir siendo el partido referente de la derecha valenciana.

La otra gran incógnita de la noche era con cuántos diputados iba a entrar la formación de extrema derecha de Santiago Abascal, con José María Llanos como candidato a la presidencia de la Generalitat. Al final del recuento, Vox consiguió diez diputados y 270.000 votos, dejando a la coalición formada por Unidas Podemos e Izquierda Unida como última fuerza.

Sin embargo, la repartición de votos hizo que la derecha se quedara con los mismos diputados que hace cuatro años, pues entre los tres suman 48 escaños. La izquierda, pese a todo revalidó sus 55 diputados. La Comunitat Valenciana será la primera comunidad autónoma que sufrirá a la extrema derecha en la oposición.