El pleno del Parlament ha comenzado este martes sin consenso para guardar un minuto de silencio, aunque la izquierda ha arrancado la sesión en pie y en silencio, mientras el portavoz adjunto de Vox, Sergio Rodríguez, golpeaba su mesa con un bolígrafo. El resto de diputados han guardado silencio.
Ante la falta de consenso --se presentaron dos solicitudes de minuto de silencio por parte del PP con el término genocidio en medio de la polémica-- la diputada del PSIB, Malena Riudavets, ha aprovechado los primeros 60 segundos de su pregunta de control al vicepresidente del Govern y conseller de Economía, Hacienda e Innovación, Antoni Costa, para guardar silencio, momento en que la bancada de la izquierda se ha puesto en pie.
Sergio Rodríguez, un sospecho habitual
Rodríguez no es novato en controversias. En una ocasión comparó la televisión franquista con la pública actual, sosteniendo que aquella era “más objetiva, cultural y de calidad” que los medios autonómicos presentes hoy, lo que fue interpretado como una justificación de los mecanismos de propaganda y censura del régimen franquista.
Además, hace unos meses generó un escándalo en el Parlament balear cuando evocó el “Día de la Victoria” —fecha simbólica del triunfo franquista— durante una intervención pública, en lo que muchos consideraron una glorificación del franquismo incompatible con la Ley de Memoria Histórica.
Otra de sus polémicas más sonadas tuvo lugar cuando, en respuesta a un diputado del PSIB, Rodríguez hizo una peineta (gesto insultante) en pleno hemiciclo, con lo que se salió de los límites del decoro parlamentario.
También protagonizó enfrentamientos con los medios autonómicos al amenazar de censura. Por ejemplo, en el ámbito de IB3 (la televisión pública balear), afirmó que no es necesaria tal televisión pública porque —según él— los medios privados cubren lo esencial, y atribuyó al medio público una excesiva parcialidad.
La figura de Rodríguez se inscribe, además, en un discurso de Vox que ha tenido reflejo internacional. El vínculo entre el partido e Israel se ha manifestado en múltiples ocasiones, con Santiago Abascal y otros dirigentes defendiendo que el Estado hebreo es “una democracia consolidada” frente a lo que denominan un conflicto contra una “organización terrorista”. En ese marco, Vox ha acusado al Gobierno español de actuar como “portavoz de Hamás” mientras reivindicaba la ofensiva israelí como una legítima respuesta.
Al mismo tiempo, Vox ha rechazado de forma sistemática calificar como genocidio la campaña militar de Israel sobre Gaza. Diputados del partido han llegado a objetar informes de la ONU que alertaban de indicios de genocidio, insistiendo en que se trata de un conflicto territorial y evitando sumarse a minutos de silencio por las víctimas palestinas al no aceptar esa denominación.
Esa posición se ha traducido también en votaciones concretas. En distintas cámaras, Vox ha bloqueado resoluciones que condenaban el genocidio en Gaza y ha denunciado como parciales las investigaciones internacionales sobre crímenes de guerra. Con ello, ha reforzado una estrategia de defensa de Israel que combina la relativización de las acusaciones de genocidio con la deslegitimación de quienes las promueven en organismos internacionales o parlamentos europeos.
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