En los días previos a la enésima manifestación independentista convocada para la tarde de la Diada han sido muy habituales en la crónica política las referencias al desánimo de los soberanistas, lo que hace prever una participación discreta en la marcha de este año. Sin embargo, hablar de desánimo podría ser muy caritativo de hacer caso a uno de los fundadores de la ANC que desde hace tiempo milita en la corriente más crítica con ERC, Junts y la mismísima Assemblea Nacional Catalana. En su opinión, el independentismo no está desanimado, está indignado con sus propios dirigentes.

La manifestación de este año, el acto con el que los independentistas se han apoderado en la práctica de la celebración del 11 de Septiembre, no batirá ningún récord de asistencia, al menos a la alza. El director de El Punt Avui, Xevi Xirgo, coautor de los dietarios de Carles Puigdemont en el que se pasaban cuentas con todos quienes no comulgan de la fe verdadera, preparaba el terreno a una movilización discreta con un artículo titulado Coi de pessimistes. “Coi” es una expresión catalana que denota disgusto, un eufemismo para evitarse una palabrota políticamente incorrecta. El pesimismo innato de algunos catalanes sería insoportable para los más voluntariosos.

El director del diario que mejor conoce los estados de ánimo del ex presidente Puigdemont advierte de la improcedencia de dejarse impresionar por el (discreto) número de personas que vayan a responder a la convocatoria de la ANC. “Si alguien pretende que en esta Diada haya un millón de personas en la calle es que ha perdido el norte, como será señal que lo ha perdido aquel que interprete cualquier cifra como un fracaso”. En su opinión, la gente (su gente, se entiende) está “agotada y desorientada, pero la gente está ahí”. Xirgo atribuye esta deserción transitoria a la “represión aterradora”, al efecto desmovilizador de la Mesa de negociación, a la pandemia y a la incapacidad de los partidos independentistas de proponer nada “estimulante, democrático y rupturista “ a los seguidores, hasta el punto que “vamos a remolque de la otra parte (o sea Pedro Sánchez)”.

Estén los independentistas de base indignados, desmoralizados o desconcertados, el único interés real de la manifestación de este año es saber si los asistentes obsequiarán o no a ERC con “un Montilla” por su estrategia dialogante. “Un Montilla” es en el argot independentista la referencia al abucheo dispensado al entonces presidente de la Generalitat por muchos de los participantes en la manifestación de año 2010, la primera de la serie de las multitudinarias, la convocada contra la sentencia del Tribunal Constitucional que recortó el Estatut tras una pancarta que rezaba: “Som una Nació. Nosaltres decidim”.

El lema de este año es Tornem al carrer: lluitar i guanyar la independència. Una combinación de palabras que responde a la idea promovida habitualmente por la ANC, especialmente por su presidenta, Elisenda Paluzie,  según la cual el referéndum de autodeterminación ya se celebró y se ganó el 1 de octubre de 2017 y lo único que queda pendiente es proclamar el estado catalán independiente de una vez por todas. Pero los partidos no se atreven y de ahí nacería el descontento de los más aguerridos. Hay muchos independentistas esperando pacientemente que el mandato de Paluzie expire el próximo mes de mayo, sin posibilidad de ser renovado, en la confianza que la ANC pueda enderezar su rumbo a partir de aquel momento, huyendo de las continuas ocurrencias de su presidenta.

Una de las escasas coincidencias existentes a día de hoy en el seno del complejo y plural movimiento independentista, desde la actual ANC, a los críticos de todas las sensibilidades y a los portavoces periodísticos de Puigdemont, es que la falta de unidad y la incompetencia de los dirigentes de sus partidos de referencia son los principales responsables del cambio vivido en los últimos meses: el gobierno central ha tomado la iniciativa después de los indultos y mantiene el pulso con la de la negociación. Porque nadie en privado es capaz de sostener que de la mesa del diálogo institucional vaya a salir otra cosa que mejoras del autogobierno y el ejercicio pleno del autogobierno es el principal enemigo del independentismo.

Al margen de los aplausos y pitos que administren los participantes en la manifestación a los diferentes dirigentes, consejeros y presidente de la Generalitat, si es que asiste; la gran incógnita es saber cómo se traducirá a medio plazo el desengaño, el cansancio o el cabreo palpable entre diversos estratos del movimiento. La fuerza mediática del gobierno de la Generalitat permite sospechar que ningún cambio estratégico radical se producirá antes de haber admitido públicamente estos dirigentes la determinación firme del gobierno central de no atender a peticiones extrañas al ordenamiento constitucional. La retirada del proyecto de ampliación del aeropuerto puede ser un aviso para navegantes.