Carles Puigdemont ha vuelto a fundar su partido. Primero se llamó La Crida y ahora JxCat, pero siempre es “su” partido, el que nace de su pretendida legitimidad como heredero del gobierno descabezado por el 155 y que tiene como principal objetivo asentar su hegemonía en el universo independentista a partir de la aureola del presidente revoltoso. Los adversarios son los mismos, ERC y Oriol Junqueras, que le discuten tanto la hegemonía como la herencia política del ejecutivo que lideró el fracaso del Procés. Y sus seguidores, también; los que no pudieron arrancar La Crida por las resistencias del PDeCat y que ahora lo intentarán después de llamar a la rebelión interna de los militantes y altos cargos del partido refundado por Artur Mas, el gran ausente de todo este proceso.

La línea ideológica del nuevo partido, al que sus dirigentes denominan Junts, a secas, se decidirá en octubre, sin embargo el discurso es conocido. A saber: Queremos sumar a todos después de dividirlos convenientemente para que se apunten de uno en uno en la corriente central del independentismo que somos nosotros, porque solo avanzaremos desde la unidad. ERC ha recibido a JxCat con la misma frialdad con que dio la bienvenida a La Crida, con un escueto: nos parece positivo que el centro derecha soberanista se organice.

La Crida se lanzó de forma solemne hace dos años para intentar unir al independentismo. Este segundo asalto es mucho más modesto, solo busca la eliminación del PDeCat para disponer de un espacio único y exclusivo de Puigdemont rodeado de sus fieles. Poco ha cambiado desde aquel primer intento fallido. y poco va a cambiar en los próximos meses: Puigdemont volverá a ser el candidato insobornable del independentismo legitimistas que no puede ser investido pero cuya fuerza electoral podría ser suficiente para evitar una victoria de los republicanos, señalados desde hace meses como sospechosos pragmáticos con un pie en la línea roja de la traición.

El partido de Puigdemont nace con 2.500 militantes, muy lejos de los 16.954 fundadores que dijo tener La Crida en su momento estelar. La cifra podrían aumentar si el próximo jueves el consejo nacional del PDeCat ratifica su negativa a integrarse en JxCat. La dirección del PDeCat ha exigido a los militantes que ya se han inscrito en la competencia puigdemontista que se den de baja y no voten en las resoluciones que vayan a proponer David Bonvehí y su pequeño grupo de resistentes, para evitar que puedan condicionar las decisiones de futuro del partido que ya han resuelto abandonar. Hace unos días, los puigdemontistas camuflados ya le birlaron al PDeCat la marca electoral de JxCat.

Algunos de los mensajes pronunciados en el acto fundacional de Junts les serían familiares a los integrantes de la formación creada sobre las cenizas políticas y financieras de CDC. Tenemos que ser el nuevo pal de paller del independentismo, dijo Joaquim Forn que, junto a Josep Rull y Jordi Turull,  asistió presencialmente en el acto fundacional. El ex conseller de Interior condenado por el Tribunal Supremo rememoraba así el eslogan favorito de Jordi Pujol, cuando su movimiento convergente aspiraba a ser el eje central del catalanismo. Para incidir informalmente en la continuidad como mínimo emocional (oficialmente negada por Puigdemont y sus nuevos amigos que abjuran de lo que fue CDC), algunas viejas glorias de Convergència, como el ex alcalde de Barcelona, Xavier Trias y el ex conseller de los gobiernos Pujol, Josep Maria Culell,  participaron en el acontecimiento.

Jordi Sánchez, el ex presidente de la ANC y presidente de La Crida, ahora transformada en fundación, podría ser el secretario general del nuevo partido y Antoni Comín, ex conseller de Salut por ERC, el portavoz. Ambos se escapan del cliché pujolista de centro derecha en el que Junqueras quisiera atenazar a JxCat para mejor trazar una divisoria ideológica entre él y Puigdemont. Sánchez definió así a Junts: un partido del pueblo que aspira a ser la síntesis ideológica del movimiento independentista para alcanzar la hegemonía social, contando con personas que todavía no son independentistas.

La república catalana es el sueño de Puigdemont. Ahora se presenta como “una república compartida”, que significa según el ex presidente, que debe ser construida por todos, sin precisar la amplitud del “todos”. La expresión se entiende mejor combinándola con otro de sus objetivos: “reforzar la alianza de quienes estamos en el mismo bando”. Aunque su proyecto nace sin voluntad de sectarismos ni exclusiones, tal como aseguró, no está claro si este mensaje está dirigido al “otro bando” o solo a quienes todavía, en su mismo bando, no aceptan su liderazgo.

A falta de conocer la decisión del PDeCat, el centro derecha soberanista se presentará a las próximas elecciones autonómicas más dividido que nunca, abarcando desde la unilateralidad y la repetición de un nuevo 1-O, a la negociación y el referéndum pactado con el Estado: JxCat, Partit Nacionalista de Catalunya y Units per Avançar, los herederos de Unió Democràtica que abandonarán la colaboración con el PSC para retornar a su espacio natural.