“Acabarán muy mal si siguen así”. Estas palabras no fueron pronunciadas en el Chicago de los años veinte. Las dijo Jordi Pujol Soley, cuando era presidente de la Generalitat, refiriéndose a Albert Boadella y al grupo de opinión socialista Emprius, creado por Romà Planas, diputado del PSC e íntimo colaborador del president Tarradellas. Boadella había escenificado algunos de sus monólogos contra Pujol en dicha entidad.

El sistema empleado por Convergencia a lo largo de los años no ha variado: intimidación, compra de voluntades, acoso y, en el último de los casos, la denominada “muerte civil”.



“La Generalitat somos tú y yo”
Al entrar por primera vez en el Palau de la Generalitat, Jordi Pujol se lo dijo a su mano derecha, Lluís Prenafeta, propietario de la empresa Typel en la que, casualidades de la vida, empezó a velar sus armas el hoy president Artur Mas.

Pujol siempre jugó a confundir a la institución con Catalunya y ambas cosas con él. En el caso Banca Catalana, se cuidó muy mucho de presentar a la opinión pública lo que era un caso de corrupción como una ofensiva del estado en contra del pueblo catalán.

Los fiscales Mena y Villarejo, que se ocupaban del caso, pasaron a ser víctimas de un acoso sin parangón. Los socialistas fueron zarandeados físicamente a la entrada del Parlament, como éste periodista tuvo la ocasión de presenciar. Los locales del PSC se vieron, de la noche a la mañana, repletos de pintadas con lemas vejatorios como el de “botiflers” (traidores a Catalunya).

Nadie que se opusiera a Pujol quedó libre de ataques, como muy bien explica el primer director de TV3, Alfons Quintá, hoy un acérrimo adversario de Convergencia. Pero Pujol fue mucho más lejos. A lo largo de su dilatado mandato, y gracias a las oficinas dirigidas por su Conseller de Benestar Social Antoni Comas, realizó una inmensa labor de clientelismo político en feudos tradicionalmente de izquierdas.

Al que podía comprarse, se le compraba, bien sea con cargos, honores, canonjías remuneradas hasta lo increíble o frecuencias de radio. Es conocido el caso el famoso locutor Justo Molinero, que incluyó al Honorable President en 1999, en un concierto que organizaba al amparo de su emisora Radio Tele Taxi. Pujol apareció, fuera de programa, en el escenario, diciendo que él también escuchaba a los actuantes, Los Chunguitos, en la radio de su automóvil. Tuvo que retirarse ante los abucheos del público.

Inútil es decir que las ayudas que recibió por parte del juez Pasqual Estivill y el abogado Piqué Vidal, con mucho poder en lo que Raimon Obiols ha definido como los años de plomo, así como los dossiers que le proporcionaba el empresario Javier de la Rosa, fueron muy importantes. Los tres, juez, abogado y empresario “modelo” acabaron con sus huesos en la cárcel.

El gigantesco sistema de compra de favores está aún por escribirse, pero muchos recuerdan como miembros de la judicatura y el periodismo salieron beneficiados de él. A día de hoy, todavía perduran ésos procedimientos, para desgracia de la sociedad catalana.

Los dossiers que propiciaron el Tripartito
Los responsables de Esquerra no daban crédito cuando, en la reunión en la que tenían que decidir su apoyo entre Pasqual Maragall o Artur Mas, los convergentes plantearon que obraban en su poder algunos informes comprometidos de algunos dirigentes del partido republicano, y que, si sabían lo que les convenía, apoyarían a los nacionalistas. Uno de los presentes abandonó la sala y llamó a Miquel Iceta, diciéndole que se sumaban al gobierno de izquierdas. Éste hecho, nada conocido, me fue revelado por la misma persona que hizo la llamada.

Convergencia usó todos los medios que tenía a su alcance para evitar un gobierno de izquierdas. La propia esposa de Pujol, Marta Ferrusola, dijo que “Sentía como si les hubieran echado de su casa”. El delfín de Pujol, Mas, ha seguido la misma metodología.. Los miembros de más importancia del partido independentista Reagrupament, que firmó un pacto de colaboración con CDC, han sido colocados en buenos cargos.

La doctrina es: a los que les apoyan, buenos sueldos, a los que no, destierro laboral y político. El departamento de guerra sucia de Mas que se ocupa, entre otras cosas, de controlar las redes sociales, utiliza la expresión “¿Y éste quién es?” cuando se habla de alguien no adscrito al nacionalismo. Es el ninguneo, la muerte civil. Si no existen, no molestan. Lo mismo de siempre, envuelto en colores.

El caso Romeva
No en último lugar está el fichaje de Raúl Romeva como número uno de la lista de Mas. Romeva, europarlamentario por Iniciativa, decía hace muy pocos meses que CDC era lo peor de lo peor. ¿A qué se debe el cambio? Aunque algunos aseguren que es gracias a la influencia de Oriol Junqueras, líder de Esquerra, no es cierto. Romeva trabó amistad en  Estrasburgo con el convergente Ramón Tremosa, a la sazón también parlamentario europeo por CDC.

Ambos forjaron una relación en la que el nacionalista fue haciendo mella en el comunista. Las malas relaciones de Romeva con su partido recuerdan un poco las que tuvo en su día Josep Benet, que acabó siendo el historiador de cabecera de Pujol debido a su furibundo anti tarradellismo. No ha sido una cuestión ideológica, como quieren hacernos creer los partidarios de Mas. Pura vanidad y ganas de estrellato, sin que esto vaya en menoscabo de otros aspectos.

La conclusión es clara y palmaria: los mismos convergentes con diferentes collares. Y lo que aún hemos de ver.

Miquel Giménez es periodista y escritor. Ha trabajado como guionista en la radio con Luis del Olmo, Julia Otero y Xavier Sardà