El XIII congreso que el PSC ha celebrado éste fin de semana no ha deparado ninguna sorpresa. Incluso con el amago de ruptura de negociaciones que protagonizó Núria Parlón y su gente la madrugada del sábado al domingo, Miquel Iceta lo tenía todo atado y bien atado. Todo ha salido tal y como estaba previsto. Ni un susto, ni un contratiempo, ni un ápice de crítica interna. Los cauces del congreso han discurrido por la aclamación unánime, el respaldo total a Iceta, la ausencia de eso que se denomina el sector españolista – que ni estaba ni se le esperaba – o, pasmo total, la presencia de estrellas invitadas como Joaquim Coll i Amargós, dirigente de Convivencia Cívica Catalana, acaso la única flor española en medio de El Segadors, que incluso él cantó. Lo dijo Joan Raventós hace tiempo: “El PSC es un partido de amigos”. En la persona de Coll, ex Primer Secretario de las Juventudes Socialistas de Barcelona y fulminado en su día por el Iceta al considerarlo demasiado nacionalista y radical, debe haber primado más ése lazo amistoso que las diferencias entre lo que él defiende y lo que se ha dicho en el congreso.

No se equivocaba el viejo líder socialista. No hay más que ver la foto en la que se ven charlando amigablemente a Raimon Obiols, Iceta y otros dirigentes que se las habían tenido tiesas en sus épocas para entender qué si el Barça es más que un club, el PSC es más que una formación social demócrata. Ahí cabe todo, siempre que se esté en consonancia con quién manda. La ensalada Baudelaire resultante, sin embargo, puede resultar harto indigesta para el votante tradicional socialista.

Compaginar que a Cataluña se la reconozca como nación, Iceta dixit, con estar en un proyecto de carácter español precisa no una explicación, sino un máster en situacionismo político. Aspirar a estar en la sala de mandos del PSOE, también Iceta dixit, pasándose a los barones de Ferraz por el forro, no es menor empeño. La búsqueda de la cuadratura del círculo, vamos. Iceta y su gente saben que tienen que contentar a la gente que se les ha ido a Ciudadanos, por un lado, a Esquerra, por el otro, y a Podemos por la izquierda. Son muchos frentes. Deberían leer los ejemplos que la historia nos brinda. Así verían que una guerra con dos frentes es imposible de ganar. Y si son tres o cuatro, ni con Clausevitz.

No obstante, Iceta y su estado mayor opinan que sí, que es posible llegar a acuerdos con Ada Colau y rescatar, a la vez, al electorado que se ha ido con Ciudadanos y rescatar votos entre los que se pasaron a Esquerra. De ahí que Núria Parlón ordenase retirar la bandera española en el ayuntamiento de Santa Coloma, de la que es alcalde, en solidaridad con la alcaldesa cupaire de Berga, o que en la clausura se cantasen Els Segadors y La Internacional, puño en alto.

Curiosamente, Iceta, que siempre lo había levantado, ésta vez no lo hizo. El sincretismo está de moda en el PSC.

Al asalto del PSOE

De perdidos, al río. Esa debe ser la consigna de la nueva ejecutiva. De otro modo, no se entiende la ofensiva suicida que quiere llevar a cabo el PSC. Por una parte, la política de pactos descrita anteriormente que abarcaría prácticamente todo el arco ideológico catalán, a excepción del independentismo radical o el PP. Por otra, recomponer las relaciones con Susana Díaz, francamente maltrechas tras el apoyo del PSC a Pedro Sánchez, y el No de los socialistas catalanes a Mariano Rajoy.

Iceta se ve capaz de todo esto, y aún va más allá. Habla de “extender” por toda España su proyecto, lo que debidamente traducido significa la apuesta por Josep Borrell de cara a las primarias que han de celebrarse en el PSOE. ¿Estamos ante una huida hacia adelante o tiene el primer secretario catalán un plan meditado y bien calculado? La dilatada experiencia de Iceta y su habilidad política aconsejarían, en principio, presuponer que lo segundo. Pero las aguas en el socialismo bajan turbulentas y nadie puede predecir cómo puede acabar todo este carajal en el que PSOE y PSC se han metido ellos solitos.

Lo que resulta evidente es que el fin del bipartidismo le ha sentado peor a la social democracia que a la derecha. El PP resiste y aún remonta, mientras que los votos que le faltan a los socialistas se van hacia otras opciones más novedosas, que no nuevas. Aún resuenan las palabras cargadas de conmiseración que algunos dirigentes socialistas catalanes decían respecto a Podemos o Ciudadanos. “Esto va a ser una moda”. De momento, la moda de Ciudadanos los ha llevado a que Inés Arrimadas sea la líder de la oposición en el Parlament y Albert Rivera el árbitro en el congreso de Madrid, o que Ada Colau sea la alcaldesa de Barcelona y el salvavidas al que quiere aferrarse el PSC para mantener un cierto protagonismo.

Podrán intentar asaltar el PSOE, buscar pactos imposibles o lo que se quiera, pero las modas existen, al igual que existe estar pasado de moda, antiguo, desfasado. Y estar demodé, ay señor, señor, no se arregla ni con arriar la bandera de España ni con cantar La Internacional.

Miquel Iceta debería saberlo.