El TSJC ha abierto juicio oral a la presidenta del Parlament por corrupción, en consecuencia, y en cumplimiento del artículo 25.4 del reglamento de la cámara catalana, la Mesa debería suspender de los derechos y los deberes parlamentarios a Laura Borràs, de forma inmediata, pero temporal. ERC tiene ante si uno de los retos más comprometidos en su delicada relación con Junts, sus socios de gobierno y compañeros de viaje independentista que complicará la gestión de la inminente reunión de la Mesa de Negociación con el gobierno de Pedro Sánchez, siempre objeto de discrepancias con sus socios.

Borràs viene anunciando de hace meses un órdago, no piensa aceptar su substitución en la presidencia, sin embargo, ahora es el momento de conocer hasta que punto su partido le apoyará en su determinación. ERC, PSC y la CUP tienen mayoría en la Mesa para aplicar el reglamento y, en última instancia, de llegar el contencioso al pleno, allí habría una mayoría absoluta para votar la substitución. El reto no va dirigido pues a la cámara, sino a ERC y en menor medida a la CUP, que deberán soportar la presión de Junts para negar la naturaleza del juicio que se avecina para Borràs. Todo el mundo, menos Borràs y Junts, consideran que la fragmentación de 18 contratos cuando la acusada dirigía la Institució de les Lletres Catalanes es una causa de corrupción y no una persecución orquestada por el Estado español por la condición de independentista de Borràs.

La gravedad de la crisis interna del independentismo dependerá de la resistencia de Junts a aceptar lo que ERC y la CUP asumieron desde el minuto uno: la prevaricación y la falsedad documental que se le atribuye a Borràs no tiene nada que ver con el Procés. Llegados a una eventual aceptación de la realidad por parte del partido que preside Borràs, la mayoría independentista de la cámara podría llegar a un acuerdo de substitución temporal de la presidenta, a la espera de la sentencia. El problema subsiguiente es que tal substitución implicaría que el Parlament fuera presidido durante el periodo de interinidad por la primera vicepresidenta, la republicana Alba Verges, incumpliéndose así la distribución de poder institucional acordado en su día por ERC y Junts.

La alternativa a esta interinidad republicana en la presidencia es que Junts proponga el nombre de una nueva presidenta o presidente del Parlament, que automáticamente obtendría el apoyo de ERC y seguramente también de la CUP. Esta decisión salvaría la relación Junts-ERC, sin embargo, rompería el frágil equilibrio interno de Junts. Borràs se sentiría abandonada, como le sucedió al expresidente de la Generalitat, Quim Torra, y su reacción resulta impredecible en este momento, sin que pueda descartarse una guerra sin cuartel.

Borràs ha convertido la presidencia del Parlament en su fortín político y la perdida de éste la debilitaría enormemente ante sus muchos adversarios, especialmente agrupados en el sector mayoritario y neoconvergente de Junts. Sus aspiraciones políticas caerían en picado incluso antes de conocerse la sentencia. Los seis años de prisión y los 21 de inhabilitación que penden sobre su carrera son por ahora menos peligrosos para ella que un desdén mayoritario por parte del independentismo su aspiración de convertirse en una insigne represaliada por el estado. Una condena por corrupción, precedida de una sustitución definitiva en la presidencia del Parlament, sería la losa definitiva a su carrera.

El clan Borrás pasa por sus momentos más difíciles. Desde hace pocos días, su lugarteniente, el diputado Francesc de Dalmases, es objeto de una acalorada polémica por su actuación en los estudios de TV3 al finalizar una entrevista a la presidenta del Parlament. Según diversos testigos, el diputado abroncó a la responsable del programa FAQS, a quien también parece que agarró de la muñeca, para manifestarle el enfado por el desarrollo de la entrevista a Borràs que no habría respondido a los términos acordados. El consejo de administración de TV3, la comisión del estatuto del diputado del Parlament y Junts han abierto sendos expedientes por el comportamiento de Dalmases; sin embargo, el protagonista mantiene que la escena no fue para tanto y que es víctima de un linchamiento. Borràs y diversos independentistas, como Lluís Llach, comparten la tesis del linchamiento al independentista ejemplar.