La derecha ha arrasado este 4 de mayo.  Ni el factor Iglesias ni la crispación política han provocado un vuelco electoral en favor de una izquierda que tendrá que probar suerte de nuevo dentro de dos años. 26 años de monopolio del Partido Popular que vuelve a teñir de azul la Puerta del Sol a lomos de una Isabel Díaz Ayuso que, convertida en ariete de Génova contra las restricciones del coronavirus impulsadas por el Gobierno de Sánchez, ha sido capaz de encontrar los anhelos del pueblo madrileño y reducir toda su campaña política a un mensaje eficaz: “Libertad”.

Libertad para convocar elecciones anticipadas en plena pandemia y salir victoriosa. Libertad para tener los peores datos de contagios a nivel nacional y salir indemne. Libertad para dejar a Ciudadanos con cara de póker, regodearse en su entierro y conseguir por aplastamiento la refundación del centroderecha tan ansiada por Pablo Casado. Es pronto para analizar si el efecto Ayuso se verá reflejado a nivel nacional, pero la presidenta de la Comunidad de Madrid, creadora de un nuevo hiperliderazgo regional, deja muy tocado a un Pedro Sánchez que precipitó la debacle socialista iniciando una guerra silenciosa a nivel nacional con su fracasada moción de censura en Murcia.  

Aquel traspiés tampoco permitió que el socialismo madrileño se rearmara con garantías. Ángel Gabilondo fue cuestionado por propios y extraños desde el minuto cero y el candidato fue lanzado hacia la presidencia después de tantear la posibilidad de presentar a perfiles más consolidados como Margarita Robles o Fernando Grande-Marlaska. Salvada la batalla interna, las elecciones regionales han sido demasiada losa para un dirigente que ha vivido desde el Hotel Princesa cómo el mensaje regionalista de Más Madrid le ha restado target objetivo.

Y es que el carácter divulgativo, los discursos filosóficos y el perfil moderado del socialismo madrileño no ha conseguido tener la capacidad de atracción que presagiaban desde Ferraz. Tampoco ha sido suficiente la movilización histórica de esta jornada electoral atípica, celebrada en martes laborable, donde las urnas han rebosado de votos con un 80% del censo electoral fiel a la cita con la democracia. Y los madrileños han hablado, no solo en el 30% de los barrios más ricos de Madrid, sino en Parla, Vallecas, Leganés, Getafe, Rivas, Móstoles y un sinfín de feudos hasta ahora socialistas que han sido aplacados por el ‘efecto Ayuso’.

Solo Más Madrid puede extraer ciertas valoraciones positivas de la jornada. Mónica García se resistió al abrazo del oso de Pablo Iglesias, que irrumpió en la campaña como salvador de la izquierda y ha acabado dimitiendo tras reconocer no ser "útil" para la izquierda. García, por su parte, ha mejorado los resultados obtenidos por Íñigo Errejón, ha conseguido el sorpasso al PSOE y ha dejado la estrategia de Unidas Podemos a la altura del betún con política cercana, más pegada a las asociaciones vecinales que a los medios de comunicación.

Génova vive su gran noche

Con gritos de “libertad” miles de personas, ataviadas con banderas de España y de la Comunidad de Madrid, esperaban ansiosas que el escrutinio avanzase rápido y que la victoria de Ayuso se materializase. El momento grande ha llegado cuando, superado el 60% del recuento, la ganadora del plebiscito ha salido al balcón de la sede popular acompañada de Pablo Casado, Teodoro García Egea y José Luis Martínez-Almeida.

“Lo han intentado todo. España es otra cosa, señor Sánchez. España empieza en Madrid, porque aquí viene lo mejor del mundo en busca de la libertad. Espero que los tabernarios hayáis pasado un buen día. No entienden nuestro modo de vida, por eso el sanchismo no entra en la Comunidad de Madrid”, ha explicado con los ojos vidriosos la presidenta regional.

“Viva Madrid y viva España”, ha sentenciado la dirigente, conocedora de que la investidura no se demorará al no necesitar los votos favorables de Vox. Ayuso ha sumado más que los tres partidos de la izquierda y ha dado el ‘do de pecho’ frente a los que definieron su movimiento como arriesgado y creyeron que la entrada de la extrema derecha en el Ejecutivo sería condición necesaria para el PP madrileño.